The Economist.
(Abordando eso gris, que parece la teoría).
Se trata de un encumbrado medio de prensa orientado a los análisis de economía, estamos además en un momento de alta sensibilidad sobre estos temas. En lo que conocemos de la historia moderna no hay antecedentes de un retroceso tan pronunciado de los índices económicos en los distintos países y a nivel general.
Con una variante de enorme importancia: no son producto de la destrucción del aparato productivo, como sucede en las guerras, sino del accionar de una pandemia que acentúa la crisis ya instalada y directo sobre las formas de producir, a la vez sobre las relaciones que en ella se generan como las laborales. Se afirma que en EE.UU., por ejemplo, se han perdido 10 millones de puestos laborales, ahora se está llegando a hablar de 22, no sé qué asidero tiene, si bien las referencias son concretas. Si repasamos además en los distintos países, la pequeña empresa, el pequeño comercio, millones de trabajos que comenzaban a ser improductivos dentro del avance tecnológico, aplicando las reglas de la rentabilidad capitalista la destrucción de esa relación es ahora gigantesca y sin ninguna posible vuelta a atrás.
The Economist vaticina que sólo China va a crecer en su PBI y en un grado menor al que lo venía haciendo, ahora un 1,5 %. Agrega un elemento más, típico de un razonamiento burgués: China es la ganadora de esta crisis. Aplicando la tesis de un mundo gobernado por los Estados y no por los complejos empresariales multinacionales como ocurre en la realidad.
Y antes de seguir digamos que pensamos de China:
«¿Qué es China? China hizo una revolución socialista que permitió a su pueblo avanzar hasta el nivel de los más adelantados del mundo, desde ese nivel comenzó a incorporar todos los avances del modo de producción capitalista que se producían en el planeta, hasta llegar a donde está hoy, comandando el libre comercio mundial y convirtiéndose prácticamente ya ella y su entorno. en un nuevo centro del capitalismo en el mundo. Y acá comienza la confusión generalizada de la izquierda que educada en el estalinismo valora que socialismo es propiedad estatizada».
«El socialismo no es un sistema que se pueda construir en forma nacional y ni siquiera en confrontación con el capitalismo, para triunfar necesita a partir de la muerte de la predominancia del modo de producción capitalista (no del capitalismo, que como el feudalismo continuó luego de la revolución burguesa) de medidas universales que permitan democratizar la economía y someterla al control social, por eso el planteo de moneda única universal e impuestos basados en la circulación del dinero, dando muerte a los paraísos fiscales».
China tiene un plan de gobierno, y está en el centro del libre comercio y del desarrollo económico, que por el hecho de estar en su gobierno un Partido Comunista no deja de ser capitalista, porque además no podría ser de otra forma. Los modos de producción no son confrontativos, ni se eligen en una tienda encargada de ofrecerlos, a lo sumo lo han sido –confrontativos–, distintos tipos de capitalismos, como el capitalismo de Estado y el capitalismo liberal.
El gran mérito del Partido Comunista chino, como lo fue en su momento el Partido Bolchevique de Lenin fue incorporar las conquistas de su pueblo a los avances económicos de la época, –en nuestro recuerdo el editorial en «El Día» de José Batlle y Ordoñez a la muerte de Lenin, que valoraba ese hecho–. No ha sido sencillo ni exento de crisis y dificultades, de avances y retrocesos.
China desarrollando un capitalismo de estado ha tenido la orientación ideológica –promovida y desarrollada en diversos textos, en su momento por Lenin– de ligarse a los avances del modo de producción predominante que lo ha sido hasta el día de hoy el capitalismo, como sistema universal, obteniendo como resultado el desarrollo de su pueblo. Si bien es necesario pensar en una situación límite que bien puede ser la presente, en que el capitalismo como sistema ecuménico ha entrado ya en una etapa donde es necesario que pierda su predominancia, que solo podría conservar al costo de una tragedia extendiendo la guerra y poniendo en riesgo todo el avance conquistado en el proceso de las distintas generaciones.
¿Esto es definitivo?: ¡¡NO!!, esto tiene límites, límites que se han acelerado por la pandemia del corona virus. Porque el capitalismo como todos los modos de producción en la historia tiene un ciclo que es lo que ha venido cumpliendo, eclosionando su crecimiento con la revolución francesa y su ideología liberal, un formidable desarrollo posterior que hizo que su centro de gran auge en el Reino Unido se desplazara luego de la segunda guerra mundial hacia EE.UU. centro que ahora comienza su declive incluso amurallando su economía en función de los intereses de un sector del capitalismo con referencias nacionales. Hoy es incomprensible para destacados economistas que ya EE.UU. no sea líder del libre comercio mundial contraviniendo toda su historia. Algo huele mal en Washington, y anticipa grandes cambios o una gran tragedia.
¿Es consciente el Partido Comunista Chino de esto?: no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que la humanidad necesita un programa ecuménico para superar esta etapa en que la economía debe pasar a ser manejada democráticamente por los organismos que se dé para tal fin, y que podrían ser los actuales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) pero con una orientación diametralmente opuesta a la que hoy los rige.
Ese programa ecuménico de desarrollo del aparato productivo no tiene límites dentro de nuestra imaginación, si los tiene y dramáticos, sino nos atenemos a las reglas actuales de la rentabilidad del capitalismo como tal. Es más, se ha llegado a hablar de una humanidad con 500 millones de habitantes como si fuera el número de habitantes lo que determinara que el capitalismo fuera rentable o no. Una vez más el juicio de Einstein sobre la estupidez humana tiene confirmación y más aún en los momentos de crisis como estos.
¿En qué está la izquierda en el mundo?: atada en su mayoría al capitalismo de Estado, soñando con gestionar el Estado, por ahora incapaces de avanzar en un programa que una a lo mejor de la humanidad, como fue siempre la idea de los maestros.
El programa para el desarrollo tiene dos herramientas fundamentales: los hechos económicos deben ser medidos en todo el mundo de la misma manera: unidad monetaria. Los impuestos que la sociedad necesita recaudados sobre la circulación del dinero, eliminando los impuestos al consumo, a los salarios y a las jubilaciones, y dando muerte a los paraísos fiscales, ninguna operación deberá ser válida sino está registrada donde la sociedad democráticamente lo determine.
Los dineros así recaudados destinados universalmente a la salud, la educación, el trabajo, la seguridad y la previsión social, a planes de desarrollo de todo el planeta, cuidando la eficiencia y sin burocratizar la acción productiva. Poniendo todo el aparato productivo en marcha y en desarrollo. No más dinero paralizado a la espera de rentabilidad o volcándose a actividades reñidas con la conducta social del ser humano.
Se ha generalizado el debate sobre renta básica universal, es una necesidad para atender sectores que han quedado desprotegidos, y no se trata solo de vendedores independientes, que viven al día, también se trata de núcleos de profesionales universitarios independientes, artistas, etc. etc., por ejemplo.
Ahora no es lo mismo hablar de renta básica universal en EE.UU. donde Trump en plena campaña electoral lo ve como un instrumento financiable con emisión y con deuda que carga a la economía mundial, que Argentina por ejemplo, endeudada por el FMI, y aún con el sueño de un desarrollo capitalista propio, que hace que su capacidad fiscal recaiga en última instancia sobre su propia gente laburante.
Los economistas –premios Nobel–, la multitud de gente preparada al más alto nivel que hace al funcionamiento de los complejos empresariales multinacionales, el FMI, el Banco Mundial, en la ONU: ¿no hay nada que decir?, los partidos políticos, los sindicatos, etc. etc. ¿tampoco?
No es el fin del capitalismo, es el fin de su predominancia y el entrar de la sociedad en una etapa superior de desarrollo donde el interés social tiene una enorme capacidad de crecimiento que tenemos el deber de poner en evidencia.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 17 de Abril de 2020.