[:es]La grieta de la falacia.[:]

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La grieta de la falacia.

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Grieta.Es muy común en estos días de fines del 2019 oír hablar o leer sobre que existe una grieta en la sociedad por «el accionar de los partidos políticos». Entonces surgen los comedidos en solucionar este tipo de problema «coyuntural» por la vía de hablar, de pactar, de ponerse todos de acuerdo en que con buena voluntad esto se soluciona. Chile parecería ser el ejemplo más paradigmático y a la vez más preocupante.

Ergo quien no está a tono con esta máxima, se está poniendo fuera del sistema haciendo de su accionar la grieta. Parte de una falacia muy trabajada desde los medios empresariales de difusión, de que el sistema es un hecho de la realidad y no se puede cambiar. Entonces proponer el cambio en beneficio de la gente es antisistema, y eso nos advierten, el pragmatismo de la vida nos indica de que «no se puede».

Ahora se da una primera contradicción, la que indica la consigna del sí se puede que tiene como objetivo, que si se puede encauzar a todos dentro del sistema. Tiene a su favor que los que pretendemos defender los intereses generales de la población y en particular los de la población trabajadora, al administrar –el capitalismo, que es lo que hay para administrar– somos cómplices de errores y horrores que rápidamente son capitalizados por quienes tienen como objetivo preservar los bienes y las acciones de los sectores privilegiados del capitalismo. Y cuando los errores no existen tienen los medios para crearlos artificialmente y hacerlo pasar como tales. El ejemplo Lula parecería ser el más gráfico.

En síntesis la derecha nos dice «si se puede» conservar lo que tenemos y no se puede abrir una grieta para hacer de los que no tienen una forma de cuestionar todo el sistema. Este sistema es bueno, nos dicen y los errores que él comete son humanos, por eso todo intento de hacer otro sistema ha fracasado, o está fracasando, y esto haciendo caso omiso al proceso que vive el capitalismo en el mundo, que está haciendo que su centro sea China y su entorno, gobernada por el Partido Comunista y liderando el libre comercio mundial en contraposición a EE.UU. con su economía amurallada.

En este mar de absurdos se nos dice por ejemplo: «pero China es capitalista, no es comunista», como si hoy todavía no se entendiera que los modos de producción no son modelos que se adquieren en el comercio del ramo, sino procesos que vive la Humanidad en la que los modos de producción, que se suceden a lo largo de la historia, nacen, se desarrollan, llegan al límite de su capacidad y comienzan un proceso de desaparición que puede llevar siglos pero que comienza con la necesaria muerte de su predominancia, que es lo que hoy está ocurriendo con el modo de producción capitalista. Y que en China en medio de su crecimiento –reconocido por todos– ni siquiera ha comenzado, aún con los índices formidables que marcan el progreso de su pueblo, y el éxito de una revolución socialista que nació en medio de marcas sociales donde normalmente existían las hambrunas y el analfabetismo, y enormes carencias sanitarias y habitacionales.

Ahí está el origen de la grieta. La necesidad que tiene hoy la Humanidad de dar muerte a la predominancia del capitalismo y abordar un programa que permita a la Humanidad toda abrir el desarrollo hoy contenido por la incapacidad cada vez más generalizada en la rentabilidad de las inversiones en la predominancia actual del modo de producción del capitalismo.

O como analizara Carlos Marx, la baja tendencial en la tasa general de ganancia del modo de producción capitalista cuando este predomina y en su expansión abarca todo el planeta. Y como contrapartida la acumulación monstruosa de capitales en los paraísos fiscales sin posibilidades reales de invertirse con rentabilidad. Entonces la válvula de escape: el incremento de la guerra y su industria y de todas las lacras sociales que asolan a la Humanidad, lo cual provoca una tragedia aún mayor.

Podríamos abrir todo un capítulo de análisis para estudiar cómo ha llegado China a la posición actual y como se han dado en su seno las distintas corrientes de pensamiento que han tenido un vasto escenario como en todo el desarrollo de las distintas revoluciones sociales de esta época. Si, llegamos a la conclusión de que ni el propio Lenin hubiera soñado con un desarrollo revolucionario como el que lideran los chinos encabezando el capitalismo y el libre comercio en el mundo. Ya estaría trabajando en el programa de esta etapa del mundo que se viene y que no tiene como objetivo proponer el desarrollo de una economía estatizada, sino liberar la economía mundial para que en su desarrollo comience a generalizar los derechos fundamentales de las masas.

Objetivo de masas, tarea primordial en esta época, plenamente realizable, y pudiendo poner a full el aparato productivo de la Humanidad.

¿Y entonces por dónde empezar?: por la moneda y los impuestos. Y para ello generar la voluntad política que tenga como objetivo tomar el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para que desde su seno se generen las política que la Humanidad reclama imperiosamente en medio de una grieta que se agranda en forma constante.

¿Existe otra posibilidad?: NO y las políticas de acrecentamiento de la guerra están jugando al borde de una tragedia mayor, que la Humanidad tiene herramientas para cambiar de inmediato.

¿Qué nos duele?: la inercia de la sociedad, de sus partidos, de sus intelectuales, que cuando se habla de estos temas parecen entrar en un limbo donde lo que interesa es lo inmediato, el cargo, el negocito, lo individual.

¿Es posible cambiar esta realidad en el mundo de las ideas? Si, sin duda y los ejemplos se viene dando a diario, pero aún como expresiones aisladas, y la necesidad no es administrativa, es ideológica, y va de una punta a otra de toda las sociedades.

Un mundo mejor es posible, dice la consigna central del Foro Social Mundial. Ese mundo posible no puede ser en contraposición al que hoy existe, sino ayudando a la predominancia del modo de producción actual a morir en paz, desarrollando el aparato productivo, que hoy está trabado por el agostamiento de la tasa general de ganancia y la imposibilidad de invertir todos los capitales que se acumulan con rentabilidad. No se puede repartir y dar de nuevo como se pensaba en los primeros tiempos del cristianismo: el Jubileo.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 23 de Noviembre de 2019.

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[:es]De izquierda.[:]

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De izquierda.

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Vamos a tratar de debatir con la postura ideológica del compañero Esteban Valenti. Para ello recurrimos al copete (no sé si es correcto llamarlo así) de una sus últimas notas en Uypress.

La crisis de la izquierda latinoamericana. Esteban Valenti.

12-11-2018.

«Sobre este mismo tema escribí hace tiempo varias columnas, pero ahora se trata de una crisis más profunda. No hay ninguna duda de que la tendencia de principios de este siglo de un avance importante de las ideas de izquierda y de los gobiernos de izquierda en América Latina se ha revertido y coleccionamos graves derrotas, no solo por la pérdida de gobiernos, algunos de dudosa orientación de izquierda, sino por la profundidad ideológica y política de las derrotas sufridas».

¿Dónde debemos radicar la crisis para analizarla y llegar a conclusiones sobre ella? Porque a esta altura no hay dudas de que la humanidad está viviendo una de sus mayores crisis, tal vez definitoria para lo que serán los próximos siglos. De la que necesita salir en paz.

Aún con sus particularidades la izquierda está dentro de ella, si es que acordamos en la base materialista de nuestro razonamiento.

El modo de producción que hoy predomina en el mundo y marca las características actuales es plenamente el capitalista. Que nació hace relativamente en la historia poco tiempo, pero que se desarrolló y llegó a los confines de todo el planeta.

Tal vez lo más difícil de comprender es lo que previó Lenin en 1916: que el sistema iba a propender en su pugna –intrínseca a la competencia capitalista– a un gobierno ecuménico muy por encima de cualquiera de los Estados. Apreciables hasta en la dificultades que tiene hoy para desarrollar su política el gobierno de Trump.

Se constata con claridad que las fuerzas económicas que impulsaron la candidatura de Trump, han logrado un primer y presumible efímero crecimiento económico, que son todo un enigma por su proyección crítica en la economía mundial.

Macri ni siquiera ha tenido ese respiro y aún aquellos economistas (no fueron pocos), que avizoraban una mejora en la situación cuando el proceso electoral que determinó su triunfo, hoy ven con alarma la forma en que su gobierno se acerca al precipicio. Con Bolsonaro la alarma es aún mayor, y si ha ganado merced a la crisis del PT, es aún mayor la incertidumbre porque no existe un programa posible para el desarrollo de la economía de ese país.

Esto supone acordar que en el proceso de desarrollo de la economía lo que puedan hacer los Estados siempre va a estar supeditado a lo que suceda en el desenvolvimiento enfermizo de la economía global. Cada día que pasa más aún.

En sus inicios el Reino Unido ejerció la centralidad del sistema económico, su pérdida tiene mucho que ver con lo que los propios trabajadores y pueblo de ese reino fueron conquistando en derechos.

El propio desarrollo del capitalismo necesitó a determinada altura de otro centro, no olvidemos que para llegar a ello pasamos nada más y nada menos que dos guerras denominadas mundiales, producto de otras tantas crisis.

Ese nuevo centro cargado de dinamismo, que en su crecimiento interno jugó un papel primordial los avances tecnológicos de la época y en particular las comunicaciones económicas realizadas a través del ferrocarril, pareció ser o se le describió como la meca definitiva del capitalismo (el fin de la historia). La teoría del super imperialismo de Kaustky moría con el declive del Reino Unido pero renacía con EE.UU.

Luego una nueva relativa sorpresa, a EE.UU. se oponía la URSS y se nos explicaba que esa era la gran pelea entre capitalismo y socialismo. Lo cual era de conveniencia de unos y otros contendores. Los maestros ya no estaban para defender sus tesis. Sí había intérpretes, que como ocurría con el cristianismo y los intérpretes del viejo y nuevo testamento, hacían prevalecer las enmiendas y no el soneto.

Las leyes económicas son más fuertes que los inventos ideológicos, que no tienen una base material sustentable. Los capitalismos de Estado comenzaron a derrumbarse en una competencia desigual con el viejo capitalismo y sus nuevas formas, absorbiendo la tecnología, aún cuando que hayan durado más de 70 años no es poca cosa. Además de hacer crecer a distintas teorías sobre la condición humana que tratan de demostrarnos que el deseo de propiedad es parte de esa condición y que el hombre nuevo será tan nuevo que no tendrá esa condicionante.

Resumiendo; las luchas sociales lograron avances en las conquistas de los trabajadores e impusieron sistemas de seguridad y de previsión social, esto le dio una mayor base social al capitalismo, pero a la vez hizo que los capitalistas que primero traían la materia prima de las colonias se trasladaran a ellas con sus inversiones y sus nuevos y lujosísimos hábitat, aprovechando el atraso en las conquistas sociales, aunque inevitablemente trasladándolas también a ellas.

En muchas de esas colonias la lucha contra la conquista pasó a la lucha contra el imperialismo por imponer cosas elementales como el voto en el derecho de los trabajadores. Y porque no con el sueño de capitalismos propios que el propio sistema general se ha encargado de generar y luego de ir derrotando.

Los partidos de izquierda nacidos en el viejo continente se trasladaban a los nuevos buscando incorporar derechos pero a la vez soñando con tener la oportunidad de gobernar. Combinaciones que muchas de ellas recibieron el nombre de «bonapartistas» en alusión a hechos políticos de siglos anteriores.

En Rusia a principios del siglo 20 se dio la combinación del atraso con el adelanto industrial. La revolución campesina con la revolución socialista. Marx habla de esa posibilidad en uno de los prólogos del Manifiesto Comunista; su motor fue la guerra a la que llegó la crisis capitalista. No es que Lenin y los bolcheviques se propusieran el socialismo y luego construir el comunismo en Rusia. Sí se proponían hacer que las conquistas sociales llegaran al conjunto de la población –imponer la paz– y para eso tenían que mantener y desarrollar el aparato productivo que el capitalismo había logrado construir para llegar a esa etapa.

Batlle y Ordóñez en el Uruguay lo dice claramente a la muerte de Lenin y en su homenaje por la obra realizada en beneficio de la gente.

La tarea de construir un Partido impoluto, para construir el socialismo y luego el comunismo por Estados, nada tiene que ver con Marx, con Engels, con Lenin, ni con Gramsci.

Si compartimos que haya principios éticos y morales para organizar Partidos y Gobiernos que defiendan el mejor interés de la gente, dentro de la propia existencia del capitalismo y separando claramente los tantos para que este no imponga sus propias reglas éticas que devienen de la competencia intercapitalista y de la cual los poderes del Estado son siempre un instrumento.

Entonces el avance en cada país de la izquierda mucho tiene que ver con la propia estructura social del país y como se muevan las propias organizaciones de la sociedad. Lula en Brasil dio una lucha gigantesca para organizar sindicalmente y políticamente a los trabajadores, pero esa lucha que fue resistida por la burguesía –particularmente la paulista– contó con su apoyo en el momento que esta vio que Brasil tenía posibilidades de desarrollo industrial con perspectivas universales. El ex presidente Mujica llegó a hablar de que era la oportunidad de viajar en el pescante de la economía de Brasil. Ahora ese romance que no dejó de lado ninguno de los vicios de esa burguesía, se quebró cuando esta sintió que las conquistas de los trabajadores y el mercado mundial le podían ser adversos.

¿Qué nos propone Esteban? Una pureza ética en la construcción política partidaria que compartimos y no difiere de la que pretendía Lenin para su organización pero que deben remar diariamente en una realidad que es inexorable y se filtra por todos los poros.

El modo de producción que predomina es el capitalista y en él hay que navegar, defendiendo y extendiendo el derecho de la gente, cerrando el paso al retroceso que tiene una identidad: la del fascismo y la guerra.

Ello no se logra sólo defendiendo la democracia, que es de enorme importancia hacerlo, sino desarrollando un programa. Programa que no es para construir un Estado alternativo como es el sueño que encandiló a la izquierda luego de la derrota de Lenin (en 1924), sino para ampliar los derechos y conquistas de los trabajadores, marcando los centros que es necesario marcar en el funcionamiento capitalista, para que este sistema pueda una vez llegado a su límite morir en paz. Esos centros son la moneda y los impuestos. Aunque de ello todavía no se hable lo necesario.

Esto hoy debería ser el objetivo central de toda militancia de izquierda, y no creo que haya otro objetivo superior y que por el contrario los que hoy se esgrimen no van más de allá de los apetitos por los cargos que aún el capitalismo sigue brindando en los Estados, aunque ellos provengan de posiciones ganadas por la prédica de izquierda y las mieles de la burguesía.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 13 de Noviembre de 2018.

 

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