Atraso cambiario.
Trataremos de opinar, corriendo el riesgo de ser censurados (no me refiero a esta columna donde tenemos libertad para hacerlo), sino a una tendencia general en la sociedad –que empecinadamente tratamos de quebrar– de no ir al análisis a fondo de los problemas.
(Abordando eso gris, que parece la teoría).
Qué nos hace añorar algo que no vivimos (como dice alguna canción, que no hay dolor mayor que añorar lo no vivido), donde nos dicen que en los viejos cafés montevideanos –en los inicios del siglo 20– había tertulias donde el debate era permanente, y no había temas vedados.
Hoy cada uno de nosotros decimos lo nuestro y basta, cuando lo necesario y más en un periodo de crisis profunda generalizada en la sociedad humana, es profundizar en los conceptos, debatir y buscar empecinadamente salidas a situaciones que hacen cada vez más pronunciada la fractura social, que afecta no sólo a un sector de ella, que lleva la peor parte, sino al conjunto del convivir humano que aunque haya gente que trata de disimularlo, afecta inexorablemente a todos, y particularmente a la psiquis humana. Uruguay es un país de algo más de 3 millones de habitantes y casi 11.000 presos. Resultante de algún modo del deterioro empresarial del trabajo y de la cultura del trabajo. Apenas un bosquejo, en un índice, del deterioro de la sociedad global en todos los aspectos de la vida, y que el mundo ya conoció, pero a un nivel menor al actual, en el proceso previo a la segunda guerra mundial o antes en los años previos a la primera guerra mundial.
Hemos afirmado que en esta fase del desarrollo de una crisis irreversible del capitalismo, los dos puntos fundamentales para asumir la tarea de ayudar a la predominancia del capitalismo a morir en paz, son la moneda y los impuestos. Somos de los que pensamos que cada modo de producción cumple su ciclo histórico y luego comienza a perder su predominancia, a ser cuestionada y con el correr de los años a desaparecer, como por otra parte ha ocurrido con los modos de producción anteriores.
Son los dos puntos insinuados como centrales por Mujica en la ONU en setiembre del 2013. Por supuesto que no desconocemos que a la casi totalidad de los «analistas», el manejo de estas herramientas –dándole importancia– las consideran irrelevantes para transformar una realidad que de acuerdo a la educación que han recibido sólo piensan que se transforma en la confrontación de sistemas –dura herencia del stalinismo y de la derrota de Lenin en 1924–.
Hoy se vuelve a hablar de «atraso cambiario» que es la forma de definir por parte de un sector de la economía, de una solicitud de subsidio encubierto, bajo la forma de devaluación monetaria, que carga sobre el conjunto de los sectores desprotegidos de la sociedad que no tienen forma de cotizar su trabajo en la misma moneda que se cotizan las exportaciones.
Para las inversiones que tienen su origen en los capitales multinacionales, que no tienen patria ni fronteras, la moneda es una noticia para regular sus inversiones, pero su interés va directamente a las cargas impositivas nacionales, y ni siquiera a los salarios, pues sus cargos mejor remunerados ya pertenecen a un sector que manejan las empresas que se encargan de los asesoramientos y asumen las tareas más importantes. Los salarios son una carga que la tecnología se encarga permanentemente de relativizar. A ellos no los afecta el llamado costo del Estado, que es una variante de lo que nos gusta llamar costo de la Democracia, tienen además Estados para elegir. Esa grosera contradicción entre el costo del Estado y el costo de la Democracia, seguramente será motivo de próximas notas.
El problema es entonces para los empresarios nacionales, las medianas y pequeñas empresas que viven las vicisitudes del mercado y de la propia vida de su gente. Alguno de sus voceros calificados entonces nos explica lo que para él es «el atraso cambiario», que se resume en una frase: –trabajo bien, pero no puedo competir y necesito ayuda, corro el riesgo de ser inviable– y lo grave es que se lo piden a un presupuesto general de la nación basado en un 60% a los impuestos al consumo, otra parte importante en impuestos a salarios y jubilaciones con algún nivel adquisitivo, porque es en definitiva donde terminan todas las reclamaciones económicas y porque es ahí de donde el gobierno toma los recursos para timonear la economía, la moneda propia y el Presupuesto General del Estado (a dónde van los reclamos del 6% del PBI para la enseñanza, los recursos para la salud, para la seguridad, para la vivienda, etc. etc.).
Otro ingrediente traumático junto al reclamo de envilecer la moneda, es contra los controles bancarios, que obligan a sincerar las relaciones económicas y hacen más directa la imposibilidad de evadir aporte fiscales a la Dirección General Impositiva y al Banco de Previsión Social y sin duda que en ese marco los empresarios «nacionales» corren en desventaja frente al inversionista multinacional.
El Ministro Astori ha reafirmado algo que la realidad confirma todos los días: la crisis en el número de empleos, los mayores generadores además del Estado, son los medianos y pequeños empresarios, y entonces el coctel está completo. Las multinacionales hablan otro lenguaje, el de la aplicación de la tecnología, que aprovechan plenamente, y que nadie puede soñar en frenar. Como por ejemplo Trump que trata de estimular la industria yanquee sobre la base de la alta tecnología, moviendo el mercado interno de capitales pero sin resolver la crisis en el número de empleos –particularmente en la calidad de los mismos–, y que en el tiempo agravan la crisis, pero hoy con el impulso a la industria de guerra algo desahoga, como para ir tirando.
Ninguna de las fuerzas políticas de las que actúan en el país, tiene una solución programática para el problema. (Y cuando decimos todas, son todas). Actúan sobre las desventuras de quienes gobiernan y tienen que atender un aparato político en democracia que cada vez está más acotado por las urgencias sociales, aun cuando el Uruguay ha venido con su economía en crecimiento.
El «gasten e inviertan» del periodo de Mujica, no ha sido bueno a la hora de calificar para los cuadros gobernantes; pues las tecnologías de punta son por ahora una reserva inexpugnable de los complejos empresariales multinacionales, lo que no quiere decir que lo sea en el futuro. La inteligencia humana no está atada a un modo de producción en particular pero si vive todas las contingencias del que predomina.
Aún así la comparación con otros gobiernos favorece al nuestro, pero la perspectiva no es buena, porque la crisis global se profundiza, y el motor del aparato económico ya no es alimentado por una rentabilidad basada en atender las necesidades de la sociedad, ahora, por el contrario, esa crisis se refleja en el aparato financiero que inventa uno y mil recursos para tratar de mantener la tasa general de ganancia. Hasta se molesta por la venta regulada, fuera del narcotráfico, de la marihuana en el Uruguay. Y aún hoy su mayor ganancia está en lo que circula por fuera de la órbita formal de los Bancos, y que los Bancos monitorean en su pasaje a la «formalidad», y en ello seguramente hay operaciones santas y nonsantas.
Uno de esos instrumentos es precisamente el juego de las monedas, donde ya no queda una sola moneda en el mundo que esté relacionada con el aparato productivo del país que la emite.
Hoy nadie puede demostrar que la soberanía monetaria sea necesidad de algún Estado o zona en el mundo. Se usa muy generalmente como un instrumento que beneficia a sectores determinados para precisamente beneficiarse por ese medio de las penurias populares.
No sabemos cuál es la causa, de que gobernantes que han llegado a plantear una necesidad universal como es la medida monetaria única, luego no hayan insistido en el tema y no tengan propuestas para avanzar en la medida en las reuniones internacionales. En nuestro país el ex Presidente José Mujica lo llegó a plantear en la ONU en septiembre del 2013.
Un aspecto más del problema pero que no cambia la esencia del mismo: los instrumentos bancarios, y las monedas digitales.
La moneda nace en la historia de la humanidad, como una mercancía más, necesaria, para permitir el comercio y su desarrollo ha ido en el mismo sentido, aún cuando su emisión ha sido utilizada en forma oportunista por sectores económicos que la han utilizado para hacer valer su ubicación privilegiada en los aparatos burocráticos de los Estados.
La moneda digital acelera estas contradicciones y pone a la humanidad en camino de que con el dinero necesite como con el kilo, el metro o el litro, llegar a una medición universal.
Ahora no sólo facilita las mediciones sino que permiten pensar que debe nacer un nuevo sistema impositivo sobre la base de la circulación del dinero, dando muerte a los paraísos fiscales, a los impuestos al consumo, al salario y a las pensiones.
Una fuente de recursos para que la humanidad aborde una nueva organización del trabajo, para abordar las obras en materia de educación, de salud, de cultura, de vivienda que hoy a la predominancia del modo de producción capitalista en el marco actual ya no le son rentables.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 11 de septiembre de 2017.
Endarreriment canviari.
Tractarem d’opinar, corrent el risc de ser censurats (no em refereixo a aquesta columna on tenim llibertat per fer-ho), sinó a una tendència general en la societat que tossudament tractem de trencar– de no anar a l’anàlisi a fons dels problemes.
(Abordant això gris, que sembla la teoria).
Què ens fa enyorar una cosa que no vivim (com diu alguna cançó, que no hi ha dolor més gran que enyorar allò que no hem viscut), on ens diuen que en els vells cafès de Montevideo –en els inicis del segle 20– hi havia tertúlies on el debat era permanent, i no hi havia temes vedats.
Avui cada un de nosaltres diem la nostra i prou, quan allò necessari i més en un període de crisi profunda generalitzada en la societat humana, és aprofundir en els conceptes, debatre i buscar obstinadament sortides a situacions que fan cada cop més pronunciada la fractura social, que afecta no només a un sector d’ella, que porta la pitjor part, sinó al conjunt del conviure humà que encara hi hagi gent que tracta de dissimular-ho, afecta inexorablement a tots, i particularment a la psique humana. Uruguai és un país de poc més de 3 milions d’habitants i gairebé 11.000 presos. Resultant d’alguna manera del deteriorament empresarial del treball i de la cultura del treball. Tot just un esbós, en un índex, del deteriorament de la societat global en tots els aspectes de la vida, i que el món ja va conèixer, però a un nivell menor a l’actual, en el procés previ a la segona guerra mundial o abans en els anys previs a la primera guerra mundial.
Hem afirmat que en aquesta fase del desenvolupament d’una crisi irreversible del capitalisme, els dos punts fonamentals per assumir la tasca d’ajudar a la predominança del capitalisme a morir en pau, són la moneda i els impostos. Som dels que pensem que cada mode de producció compleix el seu cicle històric i després comença a perdre la seva predominança, a ser qüestionada i amb el córrer dels anys a desaparèixer, com d’altra banda ha passat amb els modes de producció anteriors.
Són els dos punts insinuats com centrals per Mujica a l’ONU al setembre del 2013. Per descomptat que no desconeixem que a la quasi totalitat dels «analistes», el maneig d’aquestes eines –donant-li importància– les consideren irrellevants per transformar una realitat que d’acord a l’educació que han rebut només pensen que es transforma en la confrontació de sistemes –dura herència de l’estalinisme i de la derrota de Lenin en 1924–.
Avui es torna a parlar d’«endarreriment canviari» que és la forma de definir per part d’un sector de l’economia, d’una sol·licitud de subsidi encobert, sota la forma de devaluació monetària, que carrega sobre el conjunt dels sectors desprotegits de la societat que no tenen forma de cotitzar el seu treball en la mateixa moneda que es cotitzen les exportacions.
Per a les inversions que tenen el seu origen en els capitals multinacionals, que no tenen pàtria ni fronteres, la moneda és una notícia per regular les seves inversions, però el seu interès va directament a les càrregues impositives nacionals, i ni tan sols als salaris, doncs els seus càrrecs millor remunerats ja pertanyen a un sector que manegen les empreses que s’encarreguen dels assessoraments i assumeixen les tasques més importants. Els salaris són una càrrega que la tecnologia s’encarrega permanentment de relativitzar. A ells no els afecta l’anomenat cost de l’Estat, que és una variant del que ens agrada anomenar cost de la Democràcia, tenen a més Estats per triar. Aquesta grollera contradicció entre el cost de l’Estat i el cost de la Democràcia, segurament serà motiu de properes notes.
El problema és llavors per als empresaris nacionals, les mitjanes i petites empreses que viuen les vicissituds del mercat i de la pròpia vida de la seva gent. Algun dels seus portaveus qualificats llavors ens explica el que per a ell és «l’endarreriment canviari», que es resumeix en una frase: –faig bona feina, però no puc competir i necessito ajuda, corro el risc de ser inviable– i el més greu és que ho demanen a un pressupost general de la nació basat en un 60% als impostos al consum, una altra part important en impostos a salaris i jubilacions amb algun nivell adquisitiu, perquè és en definitiva on acaben totes les reclamacions econòmiques i perquè és aquí de on el govern pren els recursos per portar el timó l’economia, la moneda pròpia i el Pressupost General de l’Estat (a on van els reclams del 6% del PIB per a l’ensenyament, els recursos per a la salut, per a la seguretat, per a l’habitatge, etc. etc.).
Un altre ingredient traumàtic al costat del reclam de envilir la moneda, és contra els controls bancaris, que obliguen a sincerar les relacions econòmiques i fan més directa la impossibilitat d’evadir aportacions fiscals a la Direcció general Impositiva i al Banc de Previsió Social i sens dubte que en aquest marc els empresaris «nacionals» van en desavantatge enfront de l’inversor multinacional.
El ministre Astori ha reafirmat una cosa que la realitat confirma tots els dies: la crisi en el nombre de llocs de treball, els majors generadors més de l’Estat, són els mitjans i petits empresaris, i llavors el còctel està complet. Les multinacionals parlen un altre llenguatge, el de l’aplicació de la tecnologia, que aprofiten plenament, i que ningú pot somiar en frenar. Com per exemple Trump que tracta d’estimular la indústria yanquee sobre la base de l’alta tecnologia, movent el mercat intern de capitals però sense resoldre la crisi en el nombre de llocs de treball –particularment en la qualitat dels mateixos–, i que en el temps agreugen la crisi, però avui amb l’impuls a la indústria de guerra alguna cosa desfoga, com per anar tirant.
Cap de les forces polítiques de les que actuen al país, té una solució programàtica per al problema. (I quan diem totes, són totes). Actuen sobre les desventures dels que governen i han d’atendre un aparell polític en democràcia que cada cop està més acotat per les urgències socials, tot i que l’Uruguai ha vingut amb la seva economia en creixement.
El «gastin i inverteixin» del període de Mujica, no ha estat bo a l’hora de qualificar per als quadres governants; doncs les tecnologies de punta són per ara una reserva inexpugnable dels complexos empresarials multinacionals, la qual cosa no vol dir que ho sigui en el futur. La intel·ligència humana no està lligada a una manera de producció en particular però si viu totes les contingències d’allò que predomina.
Tot i així la comparació amb altres governs afavoreix al nostre, però la perspectiva no és bona, perquè la crisi global s’aprofundeix, i el motor de l’aparell econòmic ja no és alimentat per una rendibilitat basada en atendre les necessitats de la societat, ara, per al contrari, aquesta crisi es reflecteix en l’aparell financer que inventa un i mil recursos per tractar de mantenir la taxa general de guany. Fins es molesta per la venda regulada, fora del narcotràfic, de la marihuana a l’Uruguai. I encara avui el seu major guany està en el que circula per fora de l’òrbita formal dels Bancs, i que els Bancs monitoregen en el seu passatge a la «formalitat», i en això segurament hi ha operacions santes i no tant santes.
Un d’aquests instruments és precisament el joc de les monedes, on ja no queda una sola moneda al món que estigui relacionada amb l’aparell productiu del país que l’emet.
Avui ningú no pot demostrar que la sobirania monetària sigui necessitat d’algun Estat o zona al món. S’usa molt generalment com un instrument que beneficia a sectors determinats per precisament beneficiar-se per aquest mitjà de les penúries populars.
No sabem quina és la causa, que governants que han arribat a plantejar una necessitat universal com és la mesura monetària única, després no hagin insistit en el tema i no tinguin propostes per avançar en la mesura en les reunions internacionals. Al nostre país l’ex president José Mujica la va arribar a plantejar a l’ONU el setembre del 2013.
Un aspecte més del problema però que no canvia l’essència del mateix: els instruments bancaris, i les monedes digitals.
La moneda neix en la història de la humanitat, com una mercaderia més, necessària, per permetre el comerç i el seu desenvolupament ha anat en el mateix sentit, tot i que la seva emissió ha estat utilitzada en forma oportunista per sectors econòmics que l’han utilitzat per fer valer la seva ubicació privilegiada en els aparells burocràtics dels Estats.
La moneda digital accelera aquestes contradiccions i posa a la humanitat en camí que amb els diners necessiti com amb el quilo, el metro o el litre, arribar a un mesurament universal.
Ara no només facilita els mesuraments sinó que permet pensar que ha de néixer un nou sistema impositiu sobre la base de la circulació dels diners, donant mort als paradisos fiscals, als impostos al consum, al salari i a les pensions.
Una font de recursos perquè la humanitat abordi una nova organització del treball, per abordar les obres en matèria d’educació, de salut, de cultura, d’habitatge que avui a la predominança de la manera de producció capitalista en el marc actual ja no li són rendibles.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 11 de setembre del 2017.