[:es]Mi desafío.[:]

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Mi desafío.

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Corría diciembre de 1958, mi primer año de universitario –Facultad de Ciencias Económicas– lo había dedicado en gran parte a la militancia en la Federación de Estudiantes del Interior (FEI), recorriendo el interior del país en la defensa del proyecto de lo que luego sería la ley orgánica de la Universidad.

Hace muy poco tiempo atrás recuperamos el audio del acto que se realizó en Paysandú luego de levantada la ocupación del Liceo Departamental, hoy Nº 1, en que hablamos obreros, estudiantes, profesores y padres de alumnos el 9 de octubre de 1958.

No es excusa pero mi año universitario no había sido bueno y opté por dar aquellas materias que me parecían más accesibles aún en la insuficiencia de la preparación y en uno de los casos en concreto, ante la exigencia de un catedrático, el profesor Israel Wonsever, apegado a los textos.

La suerte estuvo de mi lado y el 13 de Diciembre (puede ser que la fecha no sea del todo exacta) me presenté ante la mesa examinadora integrada por el catedrático, acompañado por los profesores contadores Enrique Iglesias y Luis Faropa.

En el momento de ser convocado es llamado el Contador Faropa que debe retirarse, como era costumbre la mesa igual funcionaba comenzando a interrogarme el Contador Iglesias.

Por supuesto que no recuerdo los temas, si que ante una pregunta del profesor, contesté diciendo cual era mi opinión, lo que entusiasmó al Contador Iglesias que empezó a pasearme con preguntas sobre el conjunto del programa del año y yo respondiendo con opiniones, era algo insólito, creo sin exagerar que el diálogo debe haber durado casi 45 minutos. Cuando pasé al Contador Wonsever este se limitaba no a mis opiniones sino a que decían los autores analizados, en el año, en sus textos. No le conteste ni una pregunta, y en menos de 5 minutos terminó el examen.

El debate sobre mi examen me resultó interminable pues no entendía que se prolongara siendo mi desempeño con el profesor de la cátedra paupérrimo.

Al final se paró el Contador Enrique Iglesias y carnet en mano me dice: «Molinari el examen conmigo fue brillante, Ud. conoce la materia pero no le contestó ni una al catedrático por lo que el proponía una tercera pregunta pero como no estaba el Profesor Faropa no nos poníamos de acuerdo sobre quien hacía esa tercera pregunta, al final accedió a aprobarlo sin nota. Ahora por favor la próxima vez además estúdiele algo al Catedrático».

¿Por qué esta introducción?: para explicar que cuando llegué Marx no fue por razones universitarias sino por un deseo de entender que mierda estaba pasando en la realidad.

No fue fácil porque luego de tener una formación familiar en mi infancia valorando la obra de don José Batlle y Ordoñez, pasando por el anarquismo fui llegando a las ideas de Trotsky y particularmente a su programa de «transición» (1938) y particularmente a las ideas de Posadas que me ayudaron a comprender muchas cosas y a la vez a estar en una gran confusión con su afirmación de que «la guerra era inevitable». Era la concepción largamente refutada por Lenin en los trabajos de Trotsky y de Bujarin. Lo de Stalin («Cuestiones del leninismo») fue el uso de los trabajos de Bujarin, y no un desarrollo propio, para luego asesinarlo.

Durante todos esos años valorábamos a Lenin, pero decíamos que estaba equivocado con la NEP (Nueva economía política) y que el camino era construir economías estatizadas.

Finalizadas las elecciones de 1971, decidí tomarme un tiempo de reflexión, había trabajado intensamente desde el POR (trotkista) en la formación del Frente Amplio como antes lo había hecho desde AEBU (sindicato bancario) en pro de la conformación de una central única de trabajadores, con que se llegó a la conformación de la CNT, pero necesitaba entender que era lo que pasaba en el mundo y como parte de él en el Uruguay.

Lenin era para mí una gran incógnita y para nada aceptaba que lo de Stalin fuera su continuidad, sino más bien una traición y si se le reivindicaba como a Cristo, era para hacer lo contrario de lo que era su prédica.

Tenía además los trabajos del Doctor Carlos Quijano, que orientaba sobre la formidable lucha de Lenin por incorporar a la Unión Soviética al marco universal del desarrollo de la economía. Era además notable su comprensión del fenómeno de la revolución cubana teniendo que estatizar empujada por la acción canalla del entonces imperialismo norteamericano –hoy gendarme de las multinacionales sin perspectiva propia y con la tragedia de sus intervenciones–.

Fue un tiempo de encuentro con Lenin, y a través de él a la médula de las enseñanzas de Marx y de Engels, y a replantearme todo el contenido humano y social de sus trabajos.

Me encontré además con el trabajo de Rodney Arismendi, del profesor Julio Rodríguez, los más destacados, para valorar lo que significa ese pensamiento hoy.

No me costó trabajo entender que el concepto de los maestros sobre Dictadura del Proletariado, nada tenía que ver con defender la burocracia estatal del partido sino como los trabajadores defendían sus derechos frente al derecho burgués que amparaba la dictadura en declinación de la clase dominante. En el Uruguay un ejemplo brillante, reciente, fue la acción de los trabajadores de la construcción (SUNCA), imponiendo una ley de responsabilidad empresarial ante los accidentes que sufren los trabajadores. Sin su acción la ley jamás se hubiera aprobado, como tantas conquistas en la historia del movimiento obrero y de los derechos humanos, entre ellos en especial los de las mujeres.

Y también comprender que en 1924, Lenin había sido derrotado en su concepción de dirigir el Estado Soviético aún cuando las conquistas de este persistieron tal como lo analizara Batlle y Ordóñez a la muerte del líder de la revolución, Lenin.

¿Cómo se dividen hoy las aguas y cómo encarar lo que tenemos por delante y cuanto me costó entender esto?:

«(…) en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia».

Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1859).

¿Y entonces como nos plantamos hoy con estas enseñanzas y con la crisis del capitalismo tal como está planteada?

Lo primero: el objetivo no es construir un Estado alternativo, que compita con el Estado de los capitalistas. Es necesario comprender lo que ya Lenin decía en 1916 «El Imperialismo fase superior del capitalismo» en que preveía que la humanidad dentro del capitalismo se encaminaba a ser gobernada por los complejos empresariales multinacionales, que es lo que hoy pasa.

Lo que se trata es de luchando por imponer la paz, obligar a la «predominancia del capitalismo» a cerrar su etapa histórica que surge como una necesidad de toda la sociedad y de las propias relaciones de producción en su estado actual.

El aparato productivo y la técnica de su manejo es cada vez más universal, ningún país, ni aún China son dueños de su producción, hoy por encima de los «propietarios» hay una élite de técnicos, asesores de toda clase que son los que le dan a esa producción continuidad y desarrollo. Hoy esa elite no tiene expresión propia y llama poderosamente la atención que ante la crisis destacadas personalidades del pensamiento humano solo atinan a una tibia crítica sin ir a la médula del problema.

El corset es el concepto de rentabilidad, que ya no tiene que ver con el concepto de eficiencia. Keynes hablaba al final de la segunda guerra mundial de la «eutanasia del rentista».

El problema es que para liberarse de ese corset la humanidad necesita de una revolución que tome al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional obligando a cambios fundamentales: como la moneda única universal y un sistema impositivo basado en la circulación del dinero, que dé muerte a los paraísos fiscales y haga que ninguna transacción sea válida si no está debidamente registrada donde la sociedad democráticamente lo determine.

Hoy llegamos a enormes contradicciones, por ejemplo acá en el Uruguay el Frente Amplio y la Central de trabajadores se organizan para resistir las medidas de un gobierno de estructura conservadora que intenta organizar la actividad económica fuera de las necesidades de la gente. Pero no dicen una sola palabra sobre el manejo monetario, los negocios se hacen en dólares y la gente cobra en pesos y tampoco se habla del sistema impositivo; el Contador Astori nos anunció el proyecto de un impuesto a las grandes fortunas, pero hasta ahora no sabemos en qué consiste, si que en su gobierno bajaron los aportes patronales de la seguridad social y se logró una muy débil rebaja del IVA, en tanto los impuestos al consumo (60% del presupuesto) a los sueldos y las jubilaciones siguieron siendo los principales. Y todos sabemos que este gobierno actual inexorablemente por distintas vías va a recurrir no solo al endeudamiento si a acentuar los impuestos actuales.

Ningún país puede por sí y ante si cambiar su matriz económica. Antes pensábamos que las revoluciones estatizando la economía si lo podían hacer. China, Vietnam, Cuba… nos muestran hoy que se apoyaron en las estatizaciones pero hoy conquistan el mundo con su actividad económica y el libre comercio que han pasado a encabezar.

No sé si hay conciencia de ello pero están aplicando las ideas de Lenin desarrolladas en cada uno de sus trabajos.

La dificultad consiste hoy en la falta de consciencia del hecho en sí, que está exigiendo un programa universal, no de estatizaciones sino dirigido a la moneda y los impuestos que ayude a la predominancia del capitalismo y su hija: la rentabilidad, a morir en paz.

Y a proyectar con esa inmensa masa de riqueza el desarrollo de la economía universal, elevando la educación, la salud, el trabajo, la vida de todos los seres humanos. Con eficiencia dando sepultura al burocratismo y a todas las lacras sociales. Pasar de la prehistoria a la verdadera historia de la humanidad, con seres humanos que tendrán todo para desarrollarse y convertir la tierra en un verdadero paraíso del pan y de las rosas.

Cuando recuerdo aquel examen de 1958, sigo pensando en las respuestas a los desafíos que la economía nos hace todos los días y que no tienen respuesta organizada, que no consiste en saber que dice cada autor sino en plantearse realmente los problemas.

Albert Einstein afirmaba que el destino de la humanidad era el socialismo, y que el ser humano incapaz de fabricar una manzana era, si, capaz de destruir lo construido con la energía nuclear.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 16 de Septiembre de 2020.

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