El escándalo en la ideología.
(Abordando eso gris, que parece la teoría).
Si bien hay muchos hechos puntuales en la realidad actual, entendemos de un gran valor volver e insistir sobre aquellos aspectos de la teoría que en su momento significaron y significan de alguna manera, una guía para la formación de generaciones de militantes de la izquierda y de la sociedad toda.
No hay mejor antídoto para el proceso de derechización y fascismo que provoca en la sociedad la crisis actual y la falta de respuestas programáticas frente a ella, que analizar las experiencias que nos da la historia.
La revolución rusa llegó a su cima con la conducción del Partido Bolchevique y el trabajo ideológico formidable, fundamental de Lenin. Ha sido el único Partido en la historia de la humanidad hasta hoy, que se construyó atendiendo a lo que estaba elaborado en textos magistrales que analizando el capitalismo había dado toda una guía para la acción política, y en lo que se destacaban los estudios de Marx y Engels. Lenin no solo que no se apartó un ápice de ellos sino que con un espíritu crítico y a la vez analítico incorporó nuevos elementos que hicieron de su aporte algo fundamental para entender lo que hoy está pasando.
Sus polémicas con Plejanov en la formación del Partido y luego en la tarea de construcción en revolución con Trotsky y Bujarin, son enseñanzas que hoy hay que tener presente. No para tomar como una verdad revelada sino como una guía para aprender a aplicar un método en el accionar social y político.
Lenin fue derrotado en 1924 cuando su intento de separar de la dirección del Partido a Stalin fracasó. La burocracia había dado un golpe y los textos de Lenin sobre estos hechos se conocieron 30 años después.
El capitalismo con sus liderazgos maltrechos salía de la tragedia de la primera guerra mundial y reconstituía sus fuerzas en las que preferían en la pugna que significaba su desarrollo y el egoísmo de clase, tener como rival a un capitalismo de Estado y no al de las conquistas sociales por parte del proletariado en el mundo. Vivía en medio de un peligroso equilibrio social. Más de uno de sus estadistas buscó por medio de los seguros sociales (seguridad social, previsión social) ese equilibrio.
El stalinismo mientras perseguía y asesinaba a los bolcheviques, heredaba como ejemplo para el mundo, las conquistas de la revolución de octubre.
A Trotsky mismo, no fueron pocos los militantes que lo increparon por defender a la Unión Soviética a pesar de Stalin. Su defensa era muy clara: «la Unión Soviética es una conquista de la humanidad».
Es como si hoy no entendiéramos que la caída de Venezuela, o de Cuba significarían un gran retroceso aún cuando pudiéramos señalar errores y hasta horrores burocráticos que nada tienen que ver con lo que fue el stalinismo, aunque hay mucho de lo que fue su origen.
El horror que significa en el mundo actual la promoción y la derrota de la llamada «primavera árabe» en la que participaron intelectuales europeos de izquierda, que no entendieron que sin desarrollo de una base social que lo posibilite, es imposible hacer un proyecto de sociedad nacional democrática. Introdujeron la inestabilidad social y el caldo de cultivo para la industria de la guerra, para la tragedia social actual y el padecimiento de las migraciones.
El propio fomento de los nacionalismos sin una base económica democrática a nivel mundial, tiene el marco de intereses sectoriales que pugnan por un desarrollo capitalista propio y en definitiva van en contra de la defensa misma de la razón de ser de las nacionalidades, como lo analizaba Lenin.
Rodney Arismendi, conductor del Partido Comunista uruguayo, constructor fundamental de la unidad sindical y política en el país, hablaba para interpretar los acontecimientos de la revolución de rusa de que Lenin había producido un escándalo en la ideología, pues había acercado los textos de los maestros a lo que estaba pasando con la construcción del llamado socialismo real y originado la reacción de la socialdemocracia europea, comprometida con los créditos para la guerra de sus respectivas burguesías.
Permítasenos, en nuestra modestia de conocimientos, señalar que dentro de sus enormes valores y aportes, esa fue una idea que aún sigue haciendo daño a la izquierda y es sobre ello que queremos hacer algunas puntualizaciones para enriquecer el debate importante que tarde o temprano se debe dar sobre la ideología.
Lo cual conlleva nuestra propia autocrítica, pues en 1971 muchos de estos temas nos eran confusos y aún no teníamos una base ideológica suficiente como para entender porque el camarada profesor Julio Rodríguez afirmaba que el stalinismo era el trotskismo sin Trotsky. Seguramente a su tiempo volveremos a examinar estos temas, ya que con Batlle y Ordoñez, con el Doctor Carlos Quijano y con el propio Julio, creemos haber aprendido a valorar a los maestros en una dimensión que antes no comprendíamos y que en la etapa actual resulta fundamental para poder entender que está pasando.
No hay texto, análisis, desarrollo, en la obra de Marx, Engels y Lenin, donde se analice la posibilidad de construir un modo de producción alternativo –no es otra cosa el capitalismo de Estado– en competencia y confrontación con el capitalismo que es lo que se propuso el stalinismo usufructuando las conquistas formidables de la revolución de octubre. Capitalismo de Estado coyunturalmente necesario para defender el propio aparato productivo en beneficio de la gente en cada una de las crisis anteriores en el desarrollo y crecimiento del modo de producción predominante.
Para esa defensa de las conquistas, el ejercicio de la Dictadura del Proletariado, en contraposición a la dictadura ejercida dentro del modo de producción capitalista por la burguesía y sus formas imperialistas. Dictadura del Proletariado a la que se recurre con las huelgas, con las ocupaciones, incluso con las revoluciones cuando las masas se sienten ahogadas por la explotación como ocurre hoy en muchos países y la burguesía trata de meterlas dentro del corset de su propia dictadura.
Sabiendo que dentro de esas conquistas están los derechos democráticos de las masas, el derecho a la salud, a la enseñanza, el voto, el voto secreto, los derechos de la mujer, de los niños, de los ancianos…
Está fuera de esos objetivos hacer de cada Estado centro de la economía en confrontación con el desarrollo ecuménico de la misma.
El capitalismo como sistema trató de circunscribir los problemas a cada país y los revolucionarios fueron coptados por el aparato del Estado y llamaron a eso socialismo y sus programas ya no tuvieron la dimensión universal con la que fueron desarrollados en los textos de los maestros.
Estamos hablando a principio del siglo 20 de crisis iníciales de un modo de producción predominante, con situaciones de una gravedad tal que determinaron la existencia de tragedias como las guerras, dos de ellas mundiales.
El modo de producción capitalista se repuso y continuó su desarrollo, de un centro inicial: el Reino Unido con su saturación, pasó a un centro que se desarrolló con el encabezamiento de EE.UU. como nación emergente, fue en su momento el nuevo «súper imperialismo».
Hoy EE.UU. también se ha saturado y su lucha interna que se extiende a lo que ha sido su influencia en el mundo comandando en su momento el libre comercio y la diversidad de monedas pero imponiendo la hegemonía del dólar; confronta con complejos empresariales multinacionales que ya se van desplazando a hacia un nuevo centro: China y su entorno.
Mientras tanto corrientes «nacionales» de capitalistas se amurallan para desarrollar lo que queda del aparato productivo nacional, usando como estandarte a Trump y al ala más conservadora del Partido Republicano.
De aquel imperialismo quedan «servicios» que actúan como gendarmes manteniendo y aumentando sus características criminales en la defensa de una de las válvulas de escape del sistema a la crisis: la industria de la guerra.
Hoy la crisis de la predominancia del modo de producción capitalista es tal que se da esta situación insólita e incompresible sin recurrir a lo que los maestros analizaron en su momento.
El capitalismo no va a ser sustituido por un sistema alternativo que lo derrote en una confrontación. Por el contrario, su predominancia necesita morir en paz, para evitar una tragedia mayor aún a la Humanidad y eso que hoy hace que la tasa general de ganancia haga cada vez más difícil su actividad productiva. Va a pasar a las manos de la organización democrática de la sociedad para que esta determine no el fin del capitalismo como modo de producción sino que con una nueva predominancia de la sociedad, esta planifique una actividad global que atienda a las necesidades del conjunto de la sociedad humana.
Ocurrió con la esclavitud, con el feudalismo, también ocurrirá con el capitalismo. De esa nueva realidad resurgirán las ideas socialistas y el «hombre» nuevo será producto de nuevas relaciones de producción a las que la sociedad podrá llamar «socialista» por su carácter liberador del ser humano dando inicio a la verdadera historia de la Humanidad.
De aquel viejo programa apoyado en estatizaciones para mantener el funcionamiento del aparato productivo mientras desde el poder se defendían los derechos y conquistas de los trabajadores, pasaremos a este que tiene como herramientas la medida monetaria única y universal, y como modo de obtener fondos para el desarrollo de la sociedad un sistema impositivo basado en la circulación del dinero, dando muerte a los paraísos fiscales, y a los sistemas impositivos basados en el consumo, los salarios y las pensiones.
Seguramente para ello será necesario tomar la conducción de la economía mundial desde el Banco Mundial y desde el Fondo Monetario Internacional como los medios más importantes para imponer desde ellos estás líneas programáticas.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 16 de Diciembre de 2019.