[:es]Una visión del mundo a analizar.[:ca]Una visió del món a analitzar.[:]

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Una visión del mundo a analizar.

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Confieso que me resulta el método más práctico para explicar una idea, el de reproducir una nota como esta que publica Other News y luego comentarla.

La nota:

El País. Logotipo.El País. Viernes, 30 de diciembre del 2016.

Las paradojas del progreso.

A pesar de que los políticos populistas se aprovechan del pesimismo de la población, estamos mejorando en casi todos los parámetros.

Kiko Llaneras (El País).

Los datos señalan que la humanidad está en la mejor situación de su historia y, sin embargo, la mayoría cree que el mundo empeora. Los políticos populistas están aprovechando esta percepción ignorando que estamos mejorando en todos los parámetros. El 81% de los votantes de Donald Trump creen que, hace 50 años, se vivía mejor, que el mundo era un lugar mejor. Una opinión que podría definirse como reaccionaria: cree que los cambios están empeorando las cosas.

Esta visión está lejos de limitarse a los votantes de Trump. La percepción de que el mundo retrocede, de que nos dirigimos hacia una suerte de caos, es amplia. Según un estudio del Instituto Motivaction, el 87% de la población mundial cree que, en los últimos 20 años, la pobreza global ha permanecido igual o ha empeorado.

La paradoja es que los datos dejan claro que esta es una idea falsa. El mundo no empeora, mejora.

No significa esto —vaya por delante— que el mundo sea un lugar perfecto. Ni siquiera un buen lugar. Padecemos injusticias, guerras, hambre y violencia. Una minoría de la población posee la mayor parte de la riqueza, mientras 760 millones —el 11% más pobre— sobreviven con menos de 2 dólares al día. La pobreza es cotidiana. Pero de todos los escenarios globales que hemos conocido (no imaginado o deseado, sino conocido) este es el mejor.

El científico cognitivo y profesor de Harvard Steven Pinker es uno de los autores que han aportado más datos en defensa de esta tesis. Su libro Los ángeles que llevamos dentro trata de demostrar que vivimos en la época más pacífica y próspera de la historia. «La gente a lo largo y ancho del mundo es más rica, goza de mayor salud, es más libre, tiene mayor educación, es más pacífica y goza de mayor igualdad que nunca antes», señala Pinker a EL PAÍS. «Todas las estadísticas señalan que mejoramos. En general, la humanidad se encuentra mejor que nunca».

El escritor e historiador sueco Johan Norberg es otra de las voces destacadas de esta corriente de pensamiento. Defiende en su libro Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future (Progreso: diez motivos para mirar hacia adelante) que el capitalismo es el sistema que más ha hecho progresar al ser humano y que vivimos en el mejor momento de nuestra historia. «El mundo está mejorando rápidamente. De hecho, nunca antes el mundo mejoró así de rápido. Por cada minuto de esta conversación, cien personas salen de la pobreza», explica.

Los datos respaldan estas afirmaciones.

Nos muestran, por ejemplo, que los adultos disfrutan en la de vidas más largas y que la mortalidad infantil se ha dividido entre cuatro. En 1960, según datos de la OMS y el Banco Mundial, de cada cinco niños uno se moría antes de cumplir cinco años; ahora sobreviven 19 de cada 20.

La riqueza también se ha multiplicado. Desde 1980 el porcentaje de personas que viven en la pobreza extrema se ha reducido a una cuarta parte. En el sur de Asia la sufrían el 50% y ahora el 15%. En el este de Asia y el Pacífico, la pobreza extrema pasó de afectar al 80% (cuatro de cada cinco personas) a apenas el 3,5%.

La alfabetización va camino de ser universal: en 1980 todavía el 44% de las personas sobre el planeta no sabían leer y escribir; ahora son sólo el 15%, según datos de la OCDE y la UNESCO. Además se está cerrando la brecha entre la educación que reciben los hombres y las mujeres de todo el mundo. En España cicatrizó en 2005. Muchos de estos datos provienen de la web Our World in Data, un proyecto que recopila indicadores para mostrar cómo están cambiando las condiciones de vida de las personas en todo el mundo.

Desde los años ochenta se han reducido las guerras. La violencia retrocede: en las sociedades agrícolas causaba alrededor del 15% de todas las muertes, según el pensador israelí Yuval Harari, autor de Sapiens. De animales a dioses. Durante el siglo XX provocó el 5% y hoy sólo es responsable del 1% de la mortalidad global.

Por qué no vemos este progreso.

Si los datos muestran mejora, ¿por qué existe la percepción de que empeoramos? Hay muchas respuestas. Todas correctas y ninguna completa. La primera es que somos más críticos, mucho menos tolerantes ante los errores e injusticias del sistema. Nunca antes la humanidad había sido tan exigente consigo misma. Cosas que hoy nos parecen intolerables eran la norma: en 1980, el 54% de los españoles pensaba que ser homosexual era injustificable (esa cifra ha bajado hasta el 8%). Esta exigencia nos hace sentir que no mejoramos (o que, al menos, no mejoramos lo suficiente).

Johan Norberg añade otra respuesta: «Tenemos mejor acceso a las noticias y a la comunicación que nunca. Y en los medios, las malas noticias son las que venden. Nos enteramos de alguna mala noticia o algún nuevo incidente cada minuto. Los desastres y las tragedias no son algo nuevo, pero los móviles y las cámaras sí lo son. Y esto hace que nos dé la impresión de que esos horrores son más frecuentes de lo que eran».

Steven Pinker coincide: «Mientras el número de incidentes o desastres no baje hasta cero, siempre habrá alguno para publicar. Cada cosa que sucede es tremendamente visible hoy en día». Así, las crisis económicas y de migrantes, los horrores del ISIS o el yihadismo (París, Bruselas, Estambul…) han entrado casi a diario en nuestros hogares a través de muchos y muy diversos canales. Hoy en día seguimos al minuto un golpe de Estado en Turquía mientras terminamos la cena. La percepción, el poso final que queda por culpa de estas tragedias, es que hemos alcanzado cotas de horror inéditas. Los datos —que dicen lo contrario— quedan sepultados bajo la oleada de malas noticias.

A todo esto cabe sumar otro factor: la nostalgia. «Cuando la gente piensa en «los buenos tiempos», se retrotrae a la época en la que crecieron, una época en la que no tenían que pagar facturas, no tenían hijos ni responsabilidades», explica Norberg. Quizás lo que añoramos no es el mundo de nuestra juventud sino nuestra juventud misma.

Hay una última teoría planteada por algunos científicos y que, grosso modo, defiende que no estamos hechos para ser felices. La evolución nos dotó de una biología que nos impide estar absolutamente satisfechos, porque así nos mantiene activos, curiosos, despiertos y ambiciosos.

Arma para los políticos.

El debate entre percepción y datos no pasaría de eso, de un debate, si no fuera porque la creencia de que el mundo empeora se usa con fines políticos. Si el mundo empeora, mejorarlo exige cambiar el sistema (aunque el sistema, o partes del mismo, siempre según los datos, nos hacen ir a mejor). Quien se oponga a cambiarlo todo será alguien que se opone a frenar el empeoramiento del mundo. Es decir, un egoísta, un inmoral, o un irresponsable. O todo a la vez. «Los políticos populistas nos quieren asustados y difunden mitos sobre amenazas inmediatas para nuestra supervivencia y modo de vida. Porque saben que la gente asustada quiere construir muros y votar a hombres fuertes que prometen mantenernos a salvo», reflexiona Norberg.

¿Qué pasa con la crisis? Muchos políticos esgrimen la crisis como evidencia de que vamos a peor. Y, en cierto modo, tienen razón. En España parece aventurado decir que vivimos mejor que en el año 2005. Este país atraviesa la crisis más grave en décadas y ha retrocedido en los últimos años debido al bache económico. Pero eso no implica que, en términos generales y a largo plazo, estamos empeorando. El PIB por habitante está al nivel de 2004. Pocos indicadores nos han devuelto más allá de 2000 y muchos no han dejado de mejorar. Se trata de alteraciones puntuales —que provocan sufrimiento a miles de individuos, claro—, pero que forman parte de un proceso que abarca siglos.

Lo explica Pinker: «Hay periodos de subidas y bajadas, que, en general, no llegan a alterar una progresión sostenida. Por ejemplo, la tasa de crimen en Estados Unidos creció un poco el año pasado con respecto al anterior, pero en general la tendencia en global es de descenso. Otro ejemplo: la cifra de muertos por guerras aumentó tras 2011, debido a la guerra de Siria, pero siguió siendo mucho más baja que en los 50, los 60, los 70, los 80 y los 90».

Al pensar en la crisis, además, solemos olvidar que el mundo no es sólo Occidente. Mientras Europa y Estados Unidos padecían la recesión, en otras partes el progreso no sólo no se detuvo sino que se aceleró. Entre 2005 y 2013, en el conjunto del planeta, la pobreza extrema se redujo a la mitad. La esperanza de vida aumentó en 3 años y se redujo la mortalidad infantil en todos los continentes.

La paradoja de la desigualdad.

Por supuesto hay peros, asteriscos que poner al progreso sostenido de la humanidad. Uno es la desigualdad. Las diferencias han aumentado en muchos países ricos, como Estados Unidos, Alemania o Suecia. En el caso de España, ese aumento ha hecho que sea uno de los países con rentas más desiguales de la UE.

Pero de nuevo se antoja necesario mirar fuera de nuestras fronteras. Si lo hacemos veremos que la desigualdad global no crece, sino que se reduce. El motivo es que millones de personas en China, India y otros países han escapado de la pobreza. «Los pobres se están enriqueciendo más rápido que los ricos», explica Pinker. Según cálculos de Tomas Hellebrandt y Paolo Mauro, en un trabajo para el Peterson Institute for International Economics, la desigualdad de renta se ha reducido de 69 a 65 puntos entre 2003 y 2013. Las diferencias entre ricos y pobres globales son muy grandes, pero se están estrechando.

Además la relación entre desigualdad y pobreza ha cambiado. «La desigualdad aumenta porque los ricos tienen más sin que esto —y por primera vez en la historia de la humanidad— suponga que los pobres tengan menos», explica el economista Branko Milanovic, autor de Los que tienen y los que no tienen (Alianza Editorial) y Global inequality: A new approach for the age of globalization. «La riqueza puede crecer sin que afecte a la subsistencia de gran parte de la población». Durante siglos no hubo crecimiento y, por tanto, la riqueza de unos era la pobreza de otros. Esto ya no es así.

«Hay otro punto», añade Johan Norberg. «La desigualdad se suele medir sólo en dinero, pero hay más ángulos. Bill Gates es diez millones de veces más rico que tú, ¿pero su vida es diez millones de veces mejor que la tuya? No lo creo. Sí, tiene un avión privado, pero probablemente use el mismo móvil que tú y el mismo ordenador que tú. Y seguramente no vivirá 30 años más que tú y no tiene un 99% menos de probabilidades que tú de que sus hijos mueran antes de los 5 años. En cosas no económicas es posible que haya más igualdad. Por ejemplo en educación o acceso sanitario».

Pinker aún va más lejos: «La desigualdad económica no es un un problema fundamental; la pobreza lo es. Si las personas están más sanas, bien alimentadas, y disfrutan sus vidas, no importa cómo de grande sea la casa de J. K. Rowling. Y las tasas de pobreza global están cayendo».

Pero ¿qué es mejorar?

Pongamos el ejemplo de una tribu del Amazonas que hace 100 años vivía en medio de la jungla sin que nadie ni nada perturbara su existencia. El año pasado una empresa maderera acabó con su hábitat. El mundo, tal y como lo conocían, ha acabado de forma traumática para ellos. ¿Cómo aseverar que para esta tribu el mundo ha progresado? No existe una concepción irrefutable sobre lo que se considera progresar. Es indudable que vivimos más, hay menos pobreza, más confort y menos violencia. ¿Pero somos más felices?

Algunos pensadores como Yuval Harari plantean este debate. ¿Es más feliz hoy un minero de Siberia que un cazador-recolector de hace veinte mil años? Resulta imposible saberlo. Un acuerdo para medir si la humanidad ha progresado es saber si hemos mejorado en los parámetros que exigimos para ser felices. Es decir, si nuestros gobiernos nos van concediendo lo que les llevamos siglos pidiendo: buena salud, educación, confort, tiempo de ocio, libertad. Sucesivos estudios han observado que, en general, los países donde tienen estas cosas las personas se dicen más felices, consideran que han progresado.

Como especie, como civilización, como mundo, hemos avanzado hacia lo que consideramos progreso, hacia lo que hemos perseguido y entendemos como un mundo mejor. Seguimos lejos de un mundo perfecto o ideal, si es que existe. Pero los datos nos dicen que, a pesar de percepciones —interesadas o no—, avanzamos por el buen camino. Aunque cueste creerlo, aunque falte mucho por andar.

Publicado por Other News.

Nuestro comentario:

Jorge Aniceto Molinari.No voy al examen riguroso de los datos (pueden analizarse diferencias y tal vez alguna sea importante) sino a los conceptos que son en este caso los que si me interesan.

Existe una percepción generalizada de que el mundo va mal, y que por lo tanto una de las conclusiones lógicas es que el capitalismo debe caer, y para ello se valora erróneamente lo analizado en los estudios de Marx, Engels, Lenin…

Todos los modo de producción han hecho su aporte al progreso humano, y su ciclo es de nacimiento, desarrollo y muerte, ¿Cuál es la etapa actual del modo de producción capitalista?: no tengo dos respuestas válidas, tengo una sola: estamos en la etapa en la que la predominancia del modo de producción debe morir y dar pasos transitorios hacia un nuevo modo de producción y la nota no tiene elementos para contradecir esta afirmación.

¿Esto es producto de que los números del mundo dan mal?: No, los que sí comienzan a pesar son los números del capitalismo que sí dan mal. Seguramente el autor de la nota no debe formar parte de ninguno de los enormes grupos humanos que hoy sufren las consecuencias de la situación actual, y para los cuales no cabe un juicio aséptico con respeto a la realidad.

Aclaremos el capitalismo es un sistema competitivo en el que el estado simultáneo y combinado de ascensos y quiebras de diferentes organizaciones empresariales está en su naturaleza (en su ADN como se dice ahora). Siempre hay alguna crisis, salvo que ahora la crisis general (que siempre se ha correspondido a grandes ciclos históricos) tiene un contenido y una característica ya irreversible, abarca a toda la sociedad y está para asimilar lo que el capitalismo ha generado y ahorrar tragedias humanas, necesita superarlo. Aclaremos una vez más: esto no supone el fin del capitalismo, sí el de su predominancia, el capitalismo como modo de producción en su declinación se sobrevivirá años, como ha venido ocurriendo con los modos de producción anteriores. La extensión e intensificación de la guerra –como anuncio siempre de hechos transcendentales– lo corrobora. (Este dato está ausente en la nota que comentamos).

No son motivo de este nuestro comentario cuales son en nuestro concepto las medidas de transición necesarias para poner fin a la predominancia capitalista, seguramente ya tendremos oportunidad de volver una vez más sobre el tema.

Esto podríamos completarlo con el dato del aumento del endeudamiento general en permanente crecimiento de los Estados y también de las personas y el aumento exponencial de los llamados paraísos fiscales.

Por si fuera poca la confirmación a lo estudiado y escrito por Marx, digamos que no se trata de crear un «modelo» alternativo que «compita» con el capitalismo sino el de desarrollar imponiendo la PAZ, las medidas de transición necesarias para la muerte de su predominancia. Son estas precisamente, «las medidas de transición», las que a la izquierda le están impidiendo por ahora un acercamiento al pensamiento de Marx, de Engels, de Lenin, por citar si duda a los más destacados, al no poder definirlas y perderse en consideraciones reformistas, estatistas e inda mais. El árbol no les está permitiendo ver el bosque. O dicho de otra manera, por el falso dilema de reforma o revolución, con el que se etiquetó la crisis de la socialdemocracia europea, previo a las guerras mundiales en que se diferenciaron los que votaban los créditos de guerra para sus gobiernos, de los que intervenían para denunciar el carácter de la guerra y generar acciones como la revolución rusa para imponer la paz.

Un comentario más, dicho si se quiere con ironía: este tipo de análisis que estamos comentando es muy común en la izquierda actual cuando se accede a posiciones de gobierno.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 6 de febrero de 2017.

[:ca]

Una visió del món a analitzar.

(Abordant això gris, que sembla la teoria).

Confesso que em resulta el mètode més pràctic per explicar una idea, el de reproduir una nota com aquesta que publica Other News i després comentar-la.

La nota:

El País. Logotip.El País. Divendres, 30 de desembre del 2016.

Les paradoxes del progrés.

Tot i que els polítics populistes s’aprofiten del pessimisme de la població, estem millorant en gairebé tots els paràmetres.

Kiko Llaneras (El País).

Les dades assenyalen que la humanitat està en la millor situació de la seva història i, en canvi, la majoria creu que el món empitjora. Els polítics populistes estan aprofitant aquesta percepció ignorant que estem millorant en tots els paràmetres. El 81% dels votants de Donald Trump creuen que, fa 50 anys, es vivia millor, que el món era un lloc millor. Una opinió que podria definir-se com reaccionària: creu que els canvis estan empitjorant les coses.

Aquesta visió està lluny de limitar-se als votants de Trump. La percepció que el món retrocedeix, que ens dirigim cap a una mena de caos, és àmplia. Segons un estudi de l’Institut Motivaction, el 87% de la població mundial creu que, en els últims 20 anys, la pobresa global ha estat igual o ha empitjorat.

La paradoxa és que les dades deixen clar que aquesta és una idea falsa. El món no empitjora, millora.

No vol dir això –vagi per davant– que el món sigui un lloc perfecte. Ni tan sols un bon lloc. Patim injustícies, guerres, fam i violència. Una minoria de la població posseeix la major part de la riquesa, mentre 760 milions –els 11% més pobres– sobreviuen amb menys de 2 dòlars al dia. La pobresa és quotidiana. Però de tots els escenaris globals que hem conegut (no imaginat o desitjat, sinó conegut) aquest és el millor.

El científic cognitiu i professor de Harvard Steven Pinker és un dels autors que han aportat més dades en defensa d’aquesta tesi. El seu llibre Los ángeles que llevamos dentro (Els àngels que portem a dins) tracta de demostrar que vivim en l’època més pacífica i pròspera de la història. «La gent al llarg i ample del món és més rica, gaudeix de més salut, és més lliure, té major educació, és més pacífica i gaudeix de major igualtat que mai abans», assenyala Pinker a El País. «Totes les estadístiques assenyalen que millorem. En general, la humanitat es troba millor que mai».

L’escriptor i historiador suec Johan Norberg és una altra de les veus destacades d’aquest corrent de pensament. Defensa en el seu llibre Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future (Progrés: deu motius per mirar cap endavant) que el capitalisme és el sistema que més ha fet progressar l’ésser humà i que vivim en el millor moment de nostra història. «El món està millorant ràpidament. De fet, mai abans el món va millorar així de ràpid. Per cada minut d’aquesta conversa, cent persones surten de la pobresa», explica.

Les dades donen suport aquestes afirmacions.

Ens mostren, per exemple, que els adults gaudeixen de vides més llargues i que la mortalitat infantil s’ha dividit entre quatre. El 1960, segons dades de l’OMS i el Banc Mundial, de cada cinc nens un es moria abans de complir cinc anys; ara sobreviuen 19 de cada 20.

La riquesa també s’ha multiplicat. Des de 1980 el percentatge de persones que viuen en la pobresa extrema s’ha reduït a una quarta part. Al sud d’Àsia la patien el 50% i ara al 15%. A l’est d’Àsia i el Pacífic, la pobresa extrema va passar d’afectar al 80% (quatre de cada cinc persones) a tot just el 3,5%.

L’alfabetització va camí de ser universal: el 1980 encara el 44% de les persones sobre el planeta no sabien llegir i escriure; ara són només el 15%, segons dades de l’OCDE i la UNESCO. A més s’està tancant l’escletxa entre l’educació que reben els homes i les dones de tot el món. A Espanya va cicatritzar el 2005. Moltes d’aquestes dades provenen del web Our World in Data, un projecte que recopila indicadors per mostrar com estan canviant les condicions de vida de les persones a tot el món.

Des dels anys vuitanta s’han reduït les guerres. La violència retrocedeix: a les societats agrícoles causava al voltant del 15% de totes les morts, segons el pensador israelià Yuval Harari, autor de Sapiens. D’animals a déus. Durant el segle XX va provocar el 5% i avui només és responsable de l’1% de la mortalitat global.

Per què no veiem aquest progrés.

Si les dades mostren millora, per què hi ha la percepció que empitjorem? Hi ha moltes respostes. Totes correctes i cap completa. La primera és que som més crítics, molt menys tolerants davant els errors i injustícies del sistema. Mai abans la humanitat havia estat tan exigent amb ella mateixa. Coses que avui ens semblen intolerables eren la norma: el 1980, el 54% dels espanyols pensava que ser homosexual era injustificable (aquesta xifra ha baixat fins al 8%). Aquesta exigència ens fa sentir que no millorem (o que, almenys, no millorem prou).

Johan Norberg afegeix una altra resposta: «Tenim millor accés a les notícies i a la comunicació que mai. I en els mitjans, les males notícies són les que venen. Ens assabentem d’alguna mala notícia o algun nou incident cada minut. Els desastres i les tragèdies no són una cosa nova, però els mòbils i les càmeres sí ho són. I això fa que ens doni la impressió que aquests horrors són més freqüents del que eren».

Steven Pinker coincideix: «Mentre el nombre d’incidents o desastres no baixi fins a zero, sempre hi haurà algun per a publicar. Cada cosa que passa és tremendament visible avui dia». Així, les crisis econòmiques i de migrants, els horrors de l’ISIS o el gihadisme (París, Brussel·les, Istanbul…) han entrat gairebé diàriament a les nostres llars a través de molts i molt diversos canals. Avui dia seguim al minut un cop d’estat a Turquia mentre acabem el sopar. La percepció, el pòsit final que queda per culpa d’aquestes tragèdies, és que hem arribat a cotes d’horror inèdites. Les dades –que diuen el contrari– queden sepultats sota l’onada de males notícies.

A tot això cal sumar un altre factor: la nostàlgia. «Quan la gent pensa en «els bons temps», es retrotrau a l’època en què van créixer, una època en què no havien de pagar factures, no tenien fills ni responsabilitats», explica Norberg. Potser el que enyorem no és el món de la nostra joventut sinó la nostra joventut mateixa.

Hi ha una última teoria plantejada per alguns científics i que, a grans trets, defensa que no estem fets per ser feliços. L’evolució ens va dotar d’una biologia que ens impedeix estar absolutament satisfets, perquè així ens manté actius, curiosos, desperts i ambiciosos.

Arma per als polítics.

El debat entre percepció i dades no passaria d’això, d’un debat, si no fos perquè la creença que el món empitjora s’usa amb fins polítics. Si el món empitjora, millorar-lo exigeix canviar el sistema (encara que el sistema, o parts del mateix, sempre segons les dades, ens fan anar a millor). Qui s’oposi a canviar-ho tot serà algú que s’oposa a frenar l’empitjorament del món. És a dir, un egoista, un immoral, o un irresponsable. O tot alhora. «Els polítics populistes ens volen espantats i difonen mites sobre amenaces immediates per a la nostra supervivència i manera de vida. Perquè saben que la gent espantada vol construir murs i votar a homes forts que prometen mantenir-nos fora de perill», reflexiona Norberg.

¿Què passa amb la crisi? Molts polítics esgrimeixen la crisi com a evidència que anem a pitjor. I, en certa manera, tenen raó. A Espanya sembla aventurat dir que vivim millor que l’any 2005. Aquest país travessa la crisi més greu en dècades i ha retrocedit en els últims anys a causa del mal moment econòmic. Però això no implica que, en termes generals i a llarg termini, estem empitjorant. El PIB per habitant està al nivell de 2004. Pocs indicadors ens han tornat més enllà de 2000 i molts no han deixat de millorar. Es tracta d’alteracions puntuals –que provoquen sofriment a milers d’individus, és clar–, però que formen part d’un procés que abasta segles.

Ho explica Pinker: «Hi ha períodes de pujades i baixades, que, en general, no arriben a alterar una progressió sostinguda. Per exemple, la taxa de crim als Estats Units va créixer una mica l’any passat respecte a l’anterior, però en general la tendència en global és de descens. Un altre exemple: la xifra de morts per guerres va augmentar després de 2011, a causa de la guerra de Síria, però va seguir sent molt més baixa que en els 50, els 60, els 70, els 80 i els 90».

En pensar en la crisi, a més, solem oblidar que el món no és només Occident. Mentre Europa i els Estats Units patien la recessió, en altres parts el progrés no només no es va aturar sinó que es va accelerar. Entre 2005 i 2013, en el conjunt del planeta, la pobresa extrema es va reduir a la meitat. L’esperança de vida va augmentar en 3 anys i es va reduir la mortalitat infantil en tots els continents.

La paradoxa de la desigualtat.

Per descomptat hi ha peròs, asteriscs que posar al progrés sostingut de la humanitat. Un és la desigualtat. Les diferències han augmentat en molts països rics, com els Estats Units, Alemanya o Suècia. En el cas d’Espanya, aquest augment ha fet que sigui un dels països amb rendes més desiguals de la UE.

Però de nou sembla necessari mirar fora de les nostres fronteres. Si ho fem veurem que la desigualtat global no creix, sinó que es redueix. El motiu és que milions de persones a la Xina, Índia i altres països han escapat de la pobresa. «Els pobres s’estan enriquint més ràpid que els rics», explica Pinker. Segons càlculs de Tomas Hellebrandt i Paolo Mauro, en un treball per al Peterson Institute for International Economics, la desigualtat de renda s’ha reduït de 69 a 65 punts entre 2003 i 2013. Les diferències entre rics i pobres globals són molt grans, però s’estan estrenyent.

A més la relació entre desigualtat i pobresa ha canviat. «La desigualtat augmenta perquè els rics tenen més sense que això –i per primera vegada en la història de la humanitat– suposi que els pobres tinguin menys», explica l’economista Branko Milanovic, autor de Los que tienen y los que no tienen (Els que tenen i els que no tenen, Alianza editorial) i Global inequality: A new approach for the age of globalization. «La riquesa pot créixer sense que afecti la subsistència de gran part de la població». Durant segles no hi va haver creixement i, per tant, la riquesa d’uns era la pobresa d’altres. Això ja no és així.

«Hi ha un altre punt», afegeix Johan Norberg. «La desigualtat se sol mesurar només en diners, però hi ha més angles. Bill Gates és deu milions de vegades més ric que tu, però ¿la seva vida és deu milions de vegades millor que la teva? No ho crec. Sí, té un avió privat, però probablement faci servir el mateix mòbil que tu i el mateix ordinador que tu. I segurament no viurà 30 anys més que tu i no té un 99% menys de probabilitats que tu que els seus fills morin abans dels 5 anys. En coses no econòmiques és possible que hi hagi més igualtat. Per exemple en educació o accés sanitari».

Pinker encara va més lluny: «La desigualtat econòmica no és un un problema fonamental; la pobresa ho és. Si les persones estan més sanes, ben alimentades, i gaudeixen les seves vides, no importa com de gran sigui la casa de JK Rowling. I les taxes de pobresa global estan caient».

¿Però què és millorar?

Posem l’exemple d’una tribu de l’Amazones que fa 100 anys vivia enmig de la jungla sense que ningú ni res pertorbés la seva existència. L’any passat una empresa fustera va acabar amb el seu hàbitat. El món, tal com el coneixien, ha acabat de forma traumàtica per a ells. ¿Com asseverar que per aquesta tribu el món ha progressat? No hi ha una concepció irrefutable sobre el que es considera progressar. És indubtable que vivim més, hi ha menys pobresa, més confort i menys violència. ¿Però som més feliços?

Alguns pensadors com Yuval Harari plantegen aquest debat. ¿És més feliç avui un miner de Sibèria que un caçador-recol·lector de fa vint mil anys? Resulta impossible saber-ho. Un acord per a mesurar si la humanitat ha progressat és saber si hem millorat en els paràmetres que exigim per ser feliços. És a dir, si els nostres governs ens van concedint el que els portem segles demanant: bona salut, educació, confort, temps d’oci, llibertat. Successius estudis han observat que, en general, els països on tenen aquestes coses les persones es diuen més feliços, consideren que han progressat.

Com a espècie, com a civilització, com a món, hem avançat cap el que considerem progrés, cap al que hem perseguit i entenem com un món millor. Seguim lluny d’un món perfecte o ideal, si és que existeix. Però les dades ens diuen que, tot i percepcions –interessades o no–, avancem pel bon camí. Encara que costi de creure, encara que falti molt per fer.

Publicat per Other News.

El nostre comentari:

Jorge Aniceto Molinari.No vaig a l’examen rigorós de les dades (poden analitzar diferències i potser alguna sigui important) sinó als conceptes que són en aquest cas els que si m’interessen.

Hi ha una percepció generalitzada que el món va malament, i que per tant una de les conclusions lògiques és que el capitalisme ha de caure, i per a això es valora erròniament el que hem analitzat en els estudis de Marx, Engels, Lenin…

Tots els mode de producció han fet la seva aportació al progrés humà, i el seu cicle és de naixement, desenvolupament i mort, ¿Quina és l’etapa actual de la manera de producció capitalista?: no tinc dues respostes vàlides, tinc una sola: estem a la etapa en què la predominança de la manera de producció ha de morir i donar passes transitòries cap a un nou mode de producció i la nota no té elements per contradir aquesta afirmació.

¿Això és producte què els números del món van malament?: No, els que sí que comencen tot són els números del capitalisme que sí van malament. Segurament l’autor de la nota no ha de formar part de cap dels enormes grups humans que avui pateixen les conseqüències de la situació actual, i per als quals no cal un judici asèptic amb respecte a la realitat.

Esclarim que el capitalisme és un sistema competitiu en què l’estat simultani i combinat d’ascensos i fallides de diferents organitzacions empresarials està en la seva naturalesa (en el seu ADN com es diu ara). Sempre hi ha alguna crisi, tret que ara la crisi general (que sempre s’ha correspost a grans cicles històrics) té un contingut i una característica ja irreversible, abasta a tota la societat i està per assimilar el que el capitalisme ha generat i estalviar tragèdies humanes, necessita superar-lo. Esclarim un cop més: això no suposa la fi del capitalisme, sí de la seva predominança, el capitalisme com a mode de producció en la seva declinació sobreviurà anys, com ha passat amb les formes de producció anteriors. L’extensió i intensificació de la guerra –com anunci sempre de fets transcendentals– ho corrobora. (Aquesta dada està absent en la nota que comentem).

No són motiu d’aquest comentari nostre quines són en el nostre concepte les mesures de transició necessàries per posar fi a la predominança capitalista, segurament ja tindrem oportunitat de tornar un cop més sobre el tema.

Això podríem completar-lo amb la dada de l’augment de l’endeutament general en permanent creixement dels Estats i també de les persones i l’augment exponencial dels anomenats paradisos fiscals.

Per si fos poca la confirmació a allò que estudiat i escrit per Marx, diguem que no es tracta de crear un «model» alternatiu que «competeixi» amb el capitalisme sinó el de desenvolupar imposant la PAU, les mesures de transició necessàries per a la mort de seva predominança. Són aquestes precisament, «les mesures de transició», les que a l’esquerra li estan impedint per ara un acostament al pensament de Marx, d’Engels, de Lenin, per citar si dubteu als més destacats, en no poder definir-les i perdre en consideracions reformistes, estatistes i inda mais. L’arbre no els està permetent veure el bosc. O dit d’una altra forma, pel fals dilema de reforma o revolució, amb el qual es va etiquetar la crisi de la socialdemocràcia europea, previ a les guerres mundials en què es van diferenciar els que votaven els crèdits de guerra per als seus governs, dels que intervenien per denunciar el caràcter de la guerra i generar accions com la revolució russa per imposar la pau.

Un comentari més, dit si es vol amb ironia: aquest tipus d’anàlisi que estem comentant és molt comú en l’esquerra actual quan s’accedeix a posicions de govern.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 6 de febrer del 2017.

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[:es]Sólo le pido a Dios…[:ca]Sólo le pido a Dios… (Només li demano a Déu…).[:]

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Sólo le pido a Dios…

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Mundo manos.«Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente».

Jorge Aniceto Molinari.El mundo está en guerra –y se extiende–, el capitalismo como modo de producción predominante ya no puede vivir sin ella, forma parte de sus cálculos y previsiones presupuestales.

A menos que lo mejor de la humanidad se una para poner fin a esa predominancia, cosa que hoy aparece como muy difícil –la falta de voluntad política, el atraso ideológico, la falta de rigurosidad científica en los análisis políticos, el egoísmo individual o de grupos que pretenden preservar privilegios frente al resto de la sociedad– sin embargo desde el punto de vista tecnológico la humanidad está en condiciones de abordarla en un muy corto, cortísimo plazo. Cubrir este desfasaje puede ser crucial, por eso todo esfuerzo vale para poder salir de la prehistoria y en el tránsito ingresar en la construcción de una sociedad superior.

Lo más terrible aún, es comprobar que hoy nos hacen vivir con las consecuencias, como si se tratara la violencia, simplemente e inconscientemente de un dato de la realidad. Las destrucciones, los bombardeos, las migraciones, los desplazamientos de miles y miles de seres humanos, muertes y vejaciones de todo tipo, la droga, el lavado de dinero, las acciones mafiosas, que consciente o inconscientemente se van trasladando a lo cotidiano de la información y a una forma de vida de convivencia con la violencia. Y no hay población de algún Estado que de alguna manera no lo esté sufriendo.

Si a eso le sumamos la sensación basada en los hechos reales del deterioro del sistema para proveer de trabajo digno, tenemos en si un coctel explosivo.

¿Qué es lo que no cabe en el razonamiento predominante?: de que ya no hay naciones imperialistas, si existen Estados gendarmes que cumplen la función que les asignan los conglomerados empresariales multinacionales en pugna por la tasa de ganancia en permanente agostamiento. Además de endeudarse lo que si hacen los Estados con mayor aparato productivo –y una larga historia de siniestro Imperialismo– es envilecer su moneda e imponerla a los pueblos aprovechando, particularmente en este caso la debilidad ideológica de la izquierda que aún esgrime el argumento de la soberanía monetaria y que es para la derecha un medio presupuestal nacional de bajar el nivel de vida de la gente mientras no se les vuelva inmanejable, como ya ha empezado a ocurrir. Un ejemplo es la Argentina de Macri, e incluso la Venezuela de Maduro al serle ajeno el control monetario. Son ejemplos significativos que aparecen en las antípodas ideológicas.

Entonces la radicación de la industria de guerra no depende del enfrentamiento entre naciones, y de ninguno de los tipos de confrontaciones de distinto origen, sino de la rentabilidad de este sector indicativo de la industria capitalista, que además no se puede explicar en la necesidad de los intereses nacionales de los Estados, que están aumentando permanentemente su endeudamiento y a la vez agravan la crisis en la prestación de servicios elementales para su propia población. El llamado fenómeno Trump tal vez sea una explicación por la inversa, como si existirá una inercia referida a la historia anterior del capitalismo. Trump habla además de no involucrase en guerras que no le sean rentables, como si pudiera elegir esa eventualidad.

El repliegue a las fronteras nacionales (veremos cuanto de verdad hay en esto) que comparten Trump e izquierdas (clásicas y de las otras), hace que la consigna de la paz, fundamental en la revolución bolchevique y origen de la crisis de la socialdemocracia europea (votan los créditos de guerra a sus respectivos gobiernos) en el proceso de la primera guerra mundial, hoy solo esté a cargo del Papa Francisco, de Mujica en la ONU en setiembre del 2013, y de Juan Manuel Santos al recibir el premio Nobel de la Paz, no son los únicos, pero si se destacan haciendo un centro en ello en ocasiones puntuales. Cabe destacar que esta fue la preocupación fundamental del revolucionario cubano Fidel Castro en sus últimos años de vida.

La industria de guerra –otrora dinamizadora de las economías nacionales– ya no es nacional sino multinacional y hoy su curso alimenta no los presupuestos nacionales por las conquistas económicas, si que por el contrario es el pretexto para una asignación de recursos por encima de las necesidades de los pueblos haciendo mella también en los presupuestos de aquellas naciones con aparato productivo más desarrollado. Las deudas y los paraísos fiscales crecen sin solución de continuidad como si no tuvieran límite, nosotros estamos convencidos que si lo tiene, y por ello no vacilamos en plantearnos primero una política de paz, luego el manejo de dos herramientas claves, la moneda única y universal, un sistema impositivo, también universal, basado en la circulación del dinero, eliminando los impuestos al consumo, al trabajo y a las pensiones y dando muerte a los paraísos fiscales, ninguna operación en el planeta puede ser válida sin el registro que la sociedad determine. También sabemos que para ello necesitamos en primer lugar de la unión de los trabajadores del mundo, para hacer realidad aquello de que su patria es la humanidad toda, como era el objetivo de la Primera Internacional, durante la conducción de Carlos Marx y Federico Engels. De ahí la necesidad del giro en la conducción política de Estados, partidos y sindicatos, donde la clase obrera pueda hegemonizar una conducción en la cual se reconozca lo mejor de la humanidad. Debemos confesar que cuando la intervención de Mujica en la ONU, pensamos que el giro comenzaba a darse, pero luego vino el silencio, y otra vez a esperar pacientemente a que el topo haga su trabajo.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 2 de febrero de 2017.

[:ca]

Sólo le pido a Dios… (Només li demano a Déu…).

(Abordant això gris, que sembla la teoria).

Món mans.«Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente».

(«Només li demano a Déu
Que la guerra no em sigui indiferent
És un monstre gran i trepitja fort
Tota la pobra innocència de la gent»).

Jorge Aniceto Molinari.El món està en guerra –i s’estén–, el capitalisme com a mode de producció predominant ja no pot viure sense ella, forma part dels seus càlculs i previsions pressupostàries.

Llevat que el millor de la humanitat s’uneixi per posar fi a aquesta predominança, cosa que avui apareix com molt difícil –la manca de voluntat política, l’endarreriment ideològic, la manca de rigorositat científica en les anàlisis polítiques, l’egoisme individual o de grups que pretenen preservar privilegis enfront de la resta de la societat– però des del punt de vista tecnològic la humanitat està en condicions d’abordar-la en un molt curt, curtíssim termini. Cobrir aquest desfasament pot ser crucial, per això tot esforç val per poder sortir de la prehistòria i en el trànsit ingressar en la construcció d’una societat superior.

El més terrible encara, és comprovar que avui ens fan viure amb les conseqüències, com si es tractés la violència, simplement i inconscientment d’una dada de la realitat. Les destruccions, els bombardejos, les migracions, els desplaçaments de milers i milers d’éssers humans, morts i vexacions de tot tipus, la droga, el rentat de diners, les accions mafioses, que conscient o inconscientment es van traslladant a la quotidianitat de la informació i a una forma de vida de convivència amb la violència. I no hi ha població d’algun Estat que d’alguna manera no ho estigui patint.

Si a això li sumem la sensació basada en els fets reals de la deterioració del sistema per proveir de treball digne, tenim en si un còctel explosiu.

Què és el que no hi cap en el raonament predominant?: que ja no hi ha nacions imperialistes, sí hi ha Estats gendarmes que acompleixen la funció que els assignen els conglomerats empresarials multinacionals en pugna per la taxa de guany en permanent esgotament. A més d’endeutar-se el que si fan els Estats amb més aparell productiu –i una llarga història de sinistre Imperialisme– és envilir la seva moneda i imposar-la als pobles aprofitant, particularment en aquest cas la debilitat ideològica de l’esquerra que encara esgrimeix l’argument de la sobirania monetària i que és per la dreta un mitjà pressupostari nacional de baixar el nivell de vida de la gent mentre no se’ls torni immanejable, com ja ha començat a ocórrer. Un exemple és l’Argentina de Macri, i fins i tot la Veneçuela de Maduro en ser-li aliè al control monetari. Són exemples significatius que apareixen a les antípodes ideològiques.

Llavors la radicació de la indústria de guerra no depèn de l’enfrontament entre nacions, i de cap dels tipus de confrontacions de diferent origen, sinó de la rendibilitat d’aquest sector indicatiu de la indústria capitalista, que a més no es pot explicar en la necessitat dels interessos nacionals dels estats, que estan augmentant permanentment el seu endeutament i alhora agreugen la crisi en la prestació de serveis elementals per a la seva pròpia població. L’anomenat fenomen Trump potser sigui una explicació a la inversa, com sí hi haurà una inèrcia referida a la història anterior del capitalisme. Trump parla més de no involucrar-se en guerres que no li siguin rendibles, com si pogués triar aquesta eventualitat.

El replegament a les fronteres nacionals (veurem com de veritat hi ha en això) que comparteixen Trump i esquerres (clàssiques i de les altres), fa que la consigna de la pau, fonamental en la revolució bolxevic i origen de la crisi de la socialdemocràcia europea (voten els crèdits de guerra als seus respectius governs) en el procés de la primera guerra mundial, avui només estigui a càrrec del Papa Francesc, de Mujica a l’ONU al setembre del 2013, i de Juan Manuel Santos en rebre el premi Nobel de la Pau, no són els únics, però si es destaquen fent un centre en això de vegades puntuals. Cal destacar que aquesta va ser la preocupació fonamental del revolucionari cubà Fidel Castro en els seus darrers anys de vida.

La indústria de guerra –en altre temps dinamitzadora de les economies nacionals– ja no és nacional sinó multinacional i avui el seu curs alimenta no els pressupostos nacionals per les conquestes econòmiques, si que per contra és el pretext per a una assignació de recursos per sobre de les necessitats dels pobles fent efecte també en els pressupostos d’aquelles nacions amb aparell productiu més desenvolupat. Els deutes i els paradisos fiscals creixen sense solució de continuïtat com si no tinguessin límit, nosaltres estem convençuts que si el té, i per això no dubtem en plantejar-nos primer una política de pau, després el maneig de dues eines claus, la moneda única i universal, un sistema impositiu, també universal, basat en la circulació dels diners, eliminant els impostos al consum, al treball i a les pensions i donant mort als paradisos fiscals, cap operació al planeta pot ser vàlida sense el registre que la societat determini. També sabem que per a això necessitem en primer lloc de la unió dels treballadors del món, per fer realitat allò de que la seva pàtria és la humanitat tota, com era l’objectiu de la Primera Internacional, durant la conducció de Karl Marx i Frederic Engels. D’aquí la necessitat del gir en la conducció política dels Estats, partits i sindicats, on la classe obrera pugui hegemonitzar una conducció en la qual es reconegui el millor de la humanitat. Hem de confessar que quan la intervenció de Mujica a l’ONU, pensem que el gir començava a donar-se, però després va venir el silenci, i una altra vegada a esperar pacientment que el talp faci la seva feina.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 2 febrer 2017.

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