[:es]Sobre una nota de Roberto Savio.[:]

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Sobre una nota de Roberto Savio.

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Es un tanto extensa para lo que se acostumbra en este tipo de columnas, pero no quiero al dar mi opinión privar al lector de todos los elementos de juicio. Savio es un conocido y prestigioso periodista y su opinión me es útil para tratar de explicar mejor mi propia opinión.

Su nota:

La precipitosa barbarización de nuestros tiempos.

Lunes, 22 de Julio de 2019.

Por Roberto Savio*

Cuando todo está dicho y hecho, parece que Thomas Hobbes, aquel filósofo inglés del siglo XVII que tuvo una terrible visión del hombre, no estaba totalmente equivocado.


Pues bien, miremos lo frívolo y lo serio del mundo en que vivimos. En sólo una semana hemos tenido cuatro noticias que no ocurrirían en un mundo normal.

Una belleza porno inglesa con 86,000 seguidores en las redes sociales ha puesto a la venta frascos con el agua con la que se baña a unos 33 euros por frasco y ya ha vendido varios miles de ellos.

Luego, una encuesta en Brasil reveló que el 7% de los ciudadanos cree que la tierra es plana (el 40% de las escuelas estadounidenses enseñan que el mundo se creó en una semana, según la Biblia, por lo que no puede haber civilizaciones antiguas). Una conferencia sobre el mismo tema, reunió en junio en Sicilia gente de todo el mundo.

Otra encuesta, esta vez de miembros del partido británico Tory que probablemente elegirán a Boris Johnson como primer ministro (no es precisamente un triunfo de la razón) están tan a favor de un Brexit «duro» que no les importa que esto signifique la salida de Escocia y el fin del Reino Unido.

Finalmente, para ganar las elecciones, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho del racismo una de sus banderas y, en un país de inmigrantes, ello le ha dado un aumento de 5 puntos en las encuestas de opinión.

Hay tantos signos de barbarización que llenarían un libro… y más de uno!

Eurípides escribió: «A quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco».

No es popular, pero tenemos que mirar la realidad y observar que, en el período de mayor desarrollo científico y tecnológico de la historia, estamos viviendo en tiempos de una barbarización precipitosa.

La desigualdad social se ha convertido en la base de la nueva economía. La gente ya ha reducido sus expectativas y está preparada para trabajar a tiempo parcial en un «empleo» precario, y a los jóvenes (según la Organización Internacional del Trabajo) sólo les queda la expectativa de recibir una pensión de jubilación de 600 euros al mes.

Esto ha sido aceptado por el sistema político. Tenemos un estudio de España según el cual, en el actual mercado inmobiliario, casi el 87% de las personas necesitan el 90% de su salario sólo para alquilar una vivienda.

Hoy en día, para muchos, un salario significa supervivencia, no una vida digna. La nueva economía ha desarrollado la llamada «economía del calesín»: usted trabaja para distribuir alimentos, pero lo hará como un co-emprendedor, sin ninguno de los derechos de un empleado, y por una paga que nunca le permitirá casarse.

Y los niños ya se han acostumbrado a ver fenómenos como la pobreza o la guerra como algo natural.

Por lo demás, la política ya no se basa en ideas, sino en cómo poder explotar con éxito las entrañas de la gente, ondeando pancartas contra los inmigrantes (ahora que estamos presenciando una rápida caída de la tasa de natalidad) y dividiendo los países entre «nosotros» que representamos a la gente, y «ustedes» enemigos del país. Estados Unidos es el mejor ejemplo, donde los republicanos consideran a los demócratas enemigos de los Estados Unidos.

Esto nos lleva a una pregunta central: ¿Acaso no han sido elegidos democráticamente tanto Trump, como el italiano Matteo Salvini, el brasileño Jair Bolsonaro y compañía? ¿Son el síntoma o la causa de la «populocracia» que reemplaza a la democracia?

Evidentemente no es posible ofrecer aquí un estudio sociológico o histórico, así que nos quedamos en un juego de palabras: Hemos pasado de la era Gutenberg a una nueva: la era Zuckerberg.

Quienes celebraron con entusiasmo la llegada de Internet también lo hicieron porque democratizaría la comunicación y, por lo tanto, generaría una mayor participación. La esperanza era la de ver un mundo donde la comunicación horizontal reemplazaría al sistema vertical de información que Gutenberg hizo posible.

La información era, de hecho, un instrumento para los estados y las empresas, que la utilizaban para llegar a los ciudadanos, que no podían recurrir a la retroalimentación. Con Internet, en cambio, la gente ya puede hablar directamente en y a todo el mundo y la propaganda que acompañó su llegada no se consideró relevante. La campaña decía: saber ya no es lo importante, lo importante es saber dónde encontrar… Bueno, tenemos todas las estadísticas sobre cómo Internet ha afectado el nivel general de cultura y diálogo.

La capacidad de atención de la gente ha disminuido dramáticamente. La mayoría de los usuarios de Internet no se fijan en una un tema más de 15 segundos. En los últimos cinco años, el volumen de libros se ha reducido en 29 páginas de media. Y hoy en día, los artículos de más de 650 palabras ya no son aceptados por los servicios de los columnistas.

La última reunión de editores de agencias de noticias internacionales decidió bajar el nivel de comunicación de las noticias del de 22 años al de 17 años. En Europa, el porcentaje de personas que compran al menos un libro al año ahora es del 22% (en los Estados Unidos es de sólo el 10,5%). Y según un estudio reciente en Italia, solo el 40% de la población es capaz de leer y entender un libro. Y el 13% de las bibliotecas del país han cerrado en los últimos diez años.

Una transmisión muy popular en España fue la de «59 segundos», que vio a varias personas debatir en torno a una mesa; a los 59 segundos desaparecerían sus micrófonos. Hoy, el sueño de un entrevistador de televisión es que la persona entrevistada dé una respuesta más breve que la pregunta.

Y los periódicos ya son para personas mayores de cuarenta años. Y hay una queja unánime sobre el nivel de los estudiantes que ingresan a la universidad: no todos están libres de errores de ortografía y sintaxis. Y la lista podría continuar prácticamente hasta el infinito.

El problema de la barbarización adquiere mayor relevancia para la participación política. Las generaciones Gutenberg estaban acostumbradas al diálogo y la discusión. Hoy en día, el 83% de los usuarios de Internet (con el 80% menores de 21 años), lo hacen sólo en el mundo virtual que se forjaron. Las personas del Grupo A se reúnen solo con las personas del Grupo A. Y si se encuentran con alguien del Grupo B, se insultan.

Los políticos han podido adaptarse rápidamente al sistema. El mejor ejemplo es Trump. Todos los periódicos de los Estados Unidos tienen en total una circulación de 60 millones de ejemplares (de los cuales aquellos de calidad circulan diez millones de los conservadoras y otros tantos de los progresivas).

Trump tiene 60 millones de seguidores que toman sus tweets como información. No compran periódicos y, si ven televisión, son espectadores de Fox, que es el amplificador de de la voz de Trump. No es de extrañar, pues, que más del 80% de los votantes de Trump vayan a votar por él nuevamente.

Y los medios, que han perdido la capacidad de ofrecer análisis y cubrir procesos, y no sólo eventos, ya toman el camino fácil: seguir a los famosos y hacerlos aún más famosos. El periodismo analítico está desapareciendo. En los Estados Unidos todavía existe gracias a subvenciones y, en todos los países europeos, quedan pocos diarios de calidad, mientras que la mayor circulación la tienen los periódicos que ahorran a sus lectores el esfuerzo de pensar. The Daily Mirror en el Reino Unido y Bild en Alemania son los mejores ejemplos.

Internet ha hecho de todos un comunicador. Este es un logro fantástico. Pero en esta creciente barbarización, la gente utiliza Internet también para transmitir información falsa, historias basadas en la fantasía, sin ninguno de los controles de calidad que solía tener el mundo de los medios de comunicación. Y la clase política cabalga este camino, en lugar de enseñar civismo y visión. La inteligencia artificial ha entrado con fuerza en la red, creando muchas cuentas falsas, que interfieren en el proceso electoral, como se demostró en las últimas elecciones en los Estados Unidos.

Debemos agregar a esto que los algoritmos utilizados por los propietarios de Internet pretenden captar la atención de los usuarios para mantenerlos lo más posible. Este mes, el diario español El País publicó un extenso estudio titulado «La toxicidad de Youtube», en el que muestra cómo sus algoritmos llevan al espectador a elementos que son de fantasía, pseudocientíficos pero de gran atracción.

Esto se debe al hecho de que los propietarios se han enriquecido fabulosamente al transformar a los ciudadanos en consumidores. Ellos descubren nuestra identidad y la venden a las empresas para su comercialización, y también para las elecciones. Esos propietarios tienen una riqueza sin precedentes, nunca alcanzada en el mundo real: y no sólo en el mundo de la producción, sino también en el universo de las finanzas, que se han convertido en un casino sin control.

El entero mundo de la producción de servicios y bienes, hecho por el hombre, se acerca a un billón de dólares por día; en el mismo día, los flujos financieros alcanzan los 40 billones de dólares.

El divorcio del fundador de Amazon, Jeff Bezos, proporcionó a su esposa 38 mil millones de dólares. Esto equivale al ingreso promedio anual de 20,000 dólares correspondiente a 19 millones de personas. No es de extrañar, pues, que sólo 80 individuos posean ahora la misma riqueza que 2,3 billones de personas (en 2008, eran 1.200 individuos).

Ahora bien, según los historiadores, la codicia y el miedo son grandes motores de cambio en la historia. Eso también fue cierto en la era de Gutenberg. Pero ahora se ha activado una combinación de ambos en un corto período de tiempo. Después de la caída del Muro de Berlín, la doctrina de la globalización liberal llegó con tal fuerza que Margaret Thatcher (quien junto a Ronald Reagan introdujo la nueva visión de los beneficios individuales y la eliminación del bienestar social) habló del No Hay Alternativa (TINA por las siglas en inglés de There Is No Alternative).

Todo el sistema político, socialdemócratas incluidos, aceptó manejar un sistema de valores basado en la codicia y la competencia sin restricciones a nivel individual, estatal e internacional. Llevó 20 años, desde la caída del muro de Berlín, hasta la crisis financiera del 2008, para comprender que los pobres se han vuelto más pobres y los ricos más ricos, y que los estados han perdido gran parte de su soberanía ante las corporaciones multinacionales y el mundo de las finanzas.

Vale la pena señalar que, en la crisis del 2009, para salvar un sistema financiero corrupto e ineficiente, el mundo gastó 12 trillones de dólares (4 trillones sólo en Estados Unidos). Desde ese rescate, los bancos han pagado la impresionante suma de 800 mil millones de dólares en multas por actividades ilícitas.

La crisis financiera de 2009 ha provocado una ola de miedo. No olvidemos que hasta 2009, no hubo partidos soberanistas, populistas y xenófobos en ninguna parte, excepto Le Pen en Francia. Y viejas trampas como «en nombre de la nación» y «la defensa de la religión» no tardaron en ser resucitadas por políticos capaces de montar la ola del miedo. Se encontró un nuevo chivo expiatorio, los inmigrantes, y los populócratas ya están socavando la democracia en todas partes.

La populocracia es la nueva ola. El ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, introdujo un nuevo lenguaje político y televisivo. Salvini, Trump y otros lo han actualizado. Twitter, Facebook e Instagram son el nuevo medio y ahora el medio es el mensaje. La vieja élite no ha encontrado un nuevo lenguaje para comunicar con las masas.

La era de Zuckerberg es una era de codicia y miedo. Él intenta ahora crear una moneda global, Libra, para ser utilizada por sus 2.300 millones de usuarios. Hasta ahora, los estados eran las únicas entidades capaces de emitir dinero, un símbolo de la nación. La moneda de Zuckerberg se basa totalmente en Internet y no tendrá control ni regulaciones. En caso que falle, tendremos una crisis mundial sin precedentes. En la era de Gutenberg esto no era posible.

Pero ¿quién ha hecho que Jeff Bezos pueda dar 38 mil millones de dólares a una ex esposa? ¿Quién ha elegido a Trump y Salvini y compañía? Quienes hablan en el nombre de la nación y de la gente y convierten a los que no están de acuerdo con ellos en enemigos de la nación y de la gente, crea una polarización sin precedentes, acompañada por una orgía de revueltas contra ciencia y conocimiento, que han apoyado a la élite, y son por lo tanto enemigos de la gente común. Nunca se había visto una campana para reducir la instrucción, la investigación, la medicina pública, y eliminar los pilares de la cultura clásica, como griego y latín. Bolsonaro en Brasil ha anunciado que quiere eliminar filosofía y sociología.

Este proceso de barbarización no debe ocultar un viejo proverbio: cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Se llama democracia. Sin embargo, la élite tradicional no tiene código de comunicación con la nueva era. Hay una brecha creciente entre la élite y los ciudadanos. Y la respuesta podría encontrarse en la movilización ciudadana.

Una joven sueca, Greta Thunberg, ha hecho más con su obstinación por crear conciencia sobre el cambio climático inminente, que todo el sistema político. Incluso Trump (aunque por motivos electorales) ha declarado que el cambio climático es importante.

Hoy en día, muchos «puntos de luz» están apareciendo en el mundo. Las elecciones en Estambul son un buen ejemplo, al igual que las movilizaciones en Hong Kong, Sudán y Nicaragua, entre muchos otros.

Esperemos llegar a un punto en el que la gente tome las riendas del proceso y despierten al mundo del curso precipitado de la barbarización. Incluso Thomas Hobbes llegó a la conclusión de que la humanidad siempre, más tarde o más temprano, encontrará el camino correcto y se otorgará un buen gobierno. Pensó que una élite siempre sería capaz de dirigir a las masas.

Bueno, las élites son ahora los y las Greta Thunbergs de este mundo.

Mi opinión:

Si acordamos que el devenir de los tiempos genera en los seres vivos un proceso de nacimiento, desarrollo y muerte y que lo que el ser humano genera sobre la tierra también vive un proceso similar aunque tenga otras dimensiones en el tiempo y que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, que aún la ciencia no tiene conceptos concluyentes sobre si esto pudo ser de otra manera, en lo personal pienso que sí, que pudo ser de otra manera pero que este desarrollo es el que hoy debemos desentrañar. Y sobre el cual desarrollaron sus estudios Marx, Engels y Lenin, los más destacados.

Aclaremos que esto se corresponde con un razonamiento de base materialista, y que el mismo no pretende ignorar o desacreditar razonamientos con una base idealista.

Nadie hasta ahora ha estudiado esta etapa de la historia, la etapa del desarrollo capitalista desde su nacimiento como los que señalamos como maestros con un enorme bagaje de textos sobre el tema y al menos habría que analizar si algunos de sus conceptos centrales han sido superados en el estudio de la sociedad.

Savio constata hechos y su mensaje es de una enorme preocupación por lo que esta crisis está provocando en el seno de la Humanidad. Sus apreciaciones son sobre las repercusiones que en la sociedad vienen provocando las transformaciones en el aparato productivo pero sin llegar a apreciar que el modo de producción que predomina ya empieza a no gobernar ese aparato productivo, y necesita para salir de la crisis de una transición, que una inmensa mayoría del aparato político de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, no pueden entender sin una estatización de la economía que han heredado de su no comprendida derrota transitoria de Lenin en 1924, y que hoy no encuentra mejor reivindicación que lo que sucede con China y su entorno.

Una vez más recordemos a Marx en su crítica a la economía política:

«…en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinadas de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia».

¿Entonces?: Imaginemos a organismos multinacionales que hoy ejercen la función de tratar de estabilizar y de darle continuidad a la predominancia del capitalismo abandonando ese papel y constituyéndose en los impulsores de programas que utilicen los capitales que hoy no se pueden utilizar pues no generan rentabilidad en la actual predominancia capitalista.

Cuando señalamos que la transición hoy tiene dos herramientas básicas: la moneda y los impuestos, no estamos ignorando que lo mejor que podamos reunir de la Humanidad tiene entonces la primordial tarea de poner en marcha todas las capacidades productivas del conjunto de la sociedad y que eso pasa por cuidar a fondo las capacidades de la enseñanza, de la salud y pasando por todos los aspectos que integran la vida humana.

Humildemente queremos señalar que lo que Savio muestra es precisamente aquella parte de la sociedad hundida en el aparato político y que aún no ve que iniciada la transición (insisto en las dos herramientas básicas: moneda e impuestos) la liberación de las capacidades humanas permitirá soñar con una organización social más elevada y con seres humanos con un mejor desarrollo, armónico. Pero también con una organización económica donde la cooperación comience a hacer su camino global por sobre la competencia.

Roberto Savio ve el aumento de la incultura de la gente y nosotros que no negamos esto, también vemos una enorme capacidad hoy contenida por reglas económicas predominantes que una vez vencidas por la voluntad política, que se necesita para la transición, serán capaces de liberar fuerzas para construir la sociedad del pan y de las rosas.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 24 de Julio de 2019.

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[:es]Una visión del mundo a analizar.[:ca]Una visió del món a analitzar.[:]

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Una visión del mundo a analizar.

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Confieso que me resulta el método más práctico para explicar una idea, el de reproducir una nota como esta que publica Other News y luego comentarla.

La nota:

El País. Logotipo.El País. Viernes, 30 de diciembre del 2016.

Las paradojas del progreso.

A pesar de que los políticos populistas se aprovechan del pesimismo de la población, estamos mejorando en casi todos los parámetros.

Kiko Llaneras (El País).

Los datos señalan que la humanidad está en la mejor situación de su historia y, sin embargo, la mayoría cree que el mundo empeora. Los políticos populistas están aprovechando esta percepción ignorando que estamos mejorando en todos los parámetros. El 81% de los votantes de Donald Trump creen que, hace 50 años, se vivía mejor, que el mundo era un lugar mejor. Una opinión que podría definirse como reaccionaria: cree que los cambios están empeorando las cosas.

Esta visión está lejos de limitarse a los votantes de Trump. La percepción de que el mundo retrocede, de que nos dirigimos hacia una suerte de caos, es amplia. Según un estudio del Instituto Motivaction, el 87% de la población mundial cree que, en los últimos 20 años, la pobreza global ha permanecido igual o ha empeorado.

La paradoja es que los datos dejan claro que esta es una idea falsa. El mundo no empeora, mejora.

No significa esto —vaya por delante— que el mundo sea un lugar perfecto. Ni siquiera un buen lugar. Padecemos injusticias, guerras, hambre y violencia. Una minoría de la población posee la mayor parte de la riqueza, mientras 760 millones —el 11% más pobre— sobreviven con menos de 2 dólares al día. La pobreza es cotidiana. Pero de todos los escenarios globales que hemos conocido (no imaginado o deseado, sino conocido) este es el mejor.

El científico cognitivo y profesor de Harvard Steven Pinker es uno de los autores que han aportado más datos en defensa de esta tesis. Su libro Los ángeles que llevamos dentro trata de demostrar que vivimos en la época más pacífica y próspera de la historia. «La gente a lo largo y ancho del mundo es más rica, goza de mayor salud, es más libre, tiene mayor educación, es más pacífica y goza de mayor igualdad que nunca antes», señala Pinker a EL PAÍS. «Todas las estadísticas señalan que mejoramos. En general, la humanidad se encuentra mejor que nunca».

El escritor e historiador sueco Johan Norberg es otra de las voces destacadas de esta corriente de pensamiento. Defiende en su libro Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future (Progreso: diez motivos para mirar hacia adelante) que el capitalismo es el sistema que más ha hecho progresar al ser humano y que vivimos en el mejor momento de nuestra historia. «El mundo está mejorando rápidamente. De hecho, nunca antes el mundo mejoró así de rápido. Por cada minuto de esta conversación, cien personas salen de la pobreza», explica.

Los datos respaldan estas afirmaciones.

Nos muestran, por ejemplo, que los adultos disfrutan en la de vidas más largas y que la mortalidad infantil se ha dividido entre cuatro. En 1960, según datos de la OMS y el Banco Mundial, de cada cinco niños uno se moría antes de cumplir cinco años; ahora sobreviven 19 de cada 20.

La riqueza también se ha multiplicado. Desde 1980 el porcentaje de personas que viven en la pobreza extrema se ha reducido a una cuarta parte. En el sur de Asia la sufrían el 50% y ahora el 15%. En el este de Asia y el Pacífico, la pobreza extrema pasó de afectar al 80% (cuatro de cada cinco personas) a apenas el 3,5%.

La alfabetización va camino de ser universal: en 1980 todavía el 44% de las personas sobre el planeta no sabían leer y escribir; ahora son sólo el 15%, según datos de la OCDE y la UNESCO. Además se está cerrando la brecha entre la educación que reciben los hombres y las mujeres de todo el mundo. En España cicatrizó en 2005. Muchos de estos datos provienen de la web Our World in Data, un proyecto que recopila indicadores para mostrar cómo están cambiando las condiciones de vida de las personas en todo el mundo.

Desde los años ochenta se han reducido las guerras. La violencia retrocede: en las sociedades agrícolas causaba alrededor del 15% de todas las muertes, según el pensador israelí Yuval Harari, autor de Sapiens. De animales a dioses. Durante el siglo XX provocó el 5% y hoy sólo es responsable del 1% de la mortalidad global.

Por qué no vemos este progreso.

Si los datos muestran mejora, ¿por qué existe la percepción de que empeoramos? Hay muchas respuestas. Todas correctas y ninguna completa. La primera es que somos más críticos, mucho menos tolerantes ante los errores e injusticias del sistema. Nunca antes la humanidad había sido tan exigente consigo misma. Cosas que hoy nos parecen intolerables eran la norma: en 1980, el 54% de los españoles pensaba que ser homosexual era injustificable (esa cifra ha bajado hasta el 8%). Esta exigencia nos hace sentir que no mejoramos (o que, al menos, no mejoramos lo suficiente).

Johan Norberg añade otra respuesta: «Tenemos mejor acceso a las noticias y a la comunicación que nunca. Y en los medios, las malas noticias son las que venden. Nos enteramos de alguna mala noticia o algún nuevo incidente cada minuto. Los desastres y las tragedias no son algo nuevo, pero los móviles y las cámaras sí lo son. Y esto hace que nos dé la impresión de que esos horrores son más frecuentes de lo que eran».

Steven Pinker coincide: «Mientras el número de incidentes o desastres no baje hasta cero, siempre habrá alguno para publicar. Cada cosa que sucede es tremendamente visible hoy en día». Así, las crisis económicas y de migrantes, los horrores del ISIS o el yihadismo (París, Bruselas, Estambul…) han entrado casi a diario en nuestros hogares a través de muchos y muy diversos canales. Hoy en día seguimos al minuto un golpe de Estado en Turquía mientras terminamos la cena. La percepción, el poso final que queda por culpa de estas tragedias, es que hemos alcanzado cotas de horror inéditas. Los datos —que dicen lo contrario— quedan sepultados bajo la oleada de malas noticias.

A todo esto cabe sumar otro factor: la nostalgia. «Cuando la gente piensa en «los buenos tiempos», se retrotrae a la época en la que crecieron, una época en la que no tenían que pagar facturas, no tenían hijos ni responsabilidades», explica Norberg. Quizás lo que añoramos no es el mundo de nuestra juventud sino nuestra juventud misma.

Hay una última teoría planteada por algunos científicos y que, grosso modo, defiende que no estamos hechos para ser felices. La evolución nos dotó de una biología que nos impide estar absolutamente satisfechos, porque así nos mantiene activos, curiosos, despiertos y ambiciosos.

Arma para los políticos.

El debate entre percepción y datos no pasaría de eso, de un debate, si no fuera porque la creencia de que el mundo empeora se usa con fines políticos. Si el mundo empeora, mejorarlo exige cambiar el sistema (aunque el sistema, o partes del mismo, siempre según los datos, nos hacen ir a mejor). Quien se oponga a cambiarlo todo será alguien que se opone a frenar el empeoramiento del mundo. Es decir, un egoísta, un inmoral, o un irresponsable. O todo a la vez. «Los políticos populistas nos quieren asustados y difunden mitos sobre amenazas inmediatas para nuestra supervivencia y modo de vida. Porque saben que la gente asustada quiere construir muros y votar a hombres fuertes que prometen mantenernos a salvo», reflexiona Norberg.

¿Qué pasa con la crisis? Muchos políticos esgrimen la crisis como evidencia de que vamos a peor. Y, en cierto modo, tienen razón. En España parece aventurado decir que vivimos mejor que en el año 2005. Este país atraviesa la crisis más grave en décadas y ha retrocedido en los últimos años debido al bache económico. Pero eso no implica que, en términos generales y a largo plazo, estamos empeorando. El PIB por habitante está al nivel de 2004. Pocos indicadores nos han devuelto más allá de 2000 y muchos no han dejado de mejorar. Se trata de alteraciones puntuales —que provocan sufrimiento a miles de individuos, claro—, pero que forman parte de un proceso que abarca siglos.

Lo explica Pinker: «Hay periodos de subidas y bajadas, que, en general, no llegan a alterar una progresión sostenida. Por ejemplo, la tasa de crimen en Estados Unidos creció un poco el año pasado con respecto al anterior, pero en general la tendencia en global es de descenso. Otro ejemplo: la cifra de muertos por guerras aumentó tras 2011, debido a la guerra de Siria, pero siguió siendo mucho más baja que en los 50, los 60, los 70, los 80 y los 90».

Al pensar en la crisis, además, solemos olvidar que el mundo no es sólo Occidente. Mientras Europa y Estados Unidos padecían la recesión, en otras partes el progreso no sólo no se detuvo sino que se aceleró. Entre 2005 y 2013, en el conjunto del planeta, la pobreza extrema se redujo a la mitad. La esperanza de vida aumentó en 3 años y se redujo la mortalidad infantil en todos los continentes.

La paradoja de la desigualdad.

Por supuesto hay peros, asteriscos que poner al progreso sostenido de la humanidad. Uno es la desigualdad. Las diferencias han aumentado en muchos países ricos, como Estados Unidos, Alemania o Suecia. En el caso de España, ese aumento ha hecho que sea uno de los países con rentas más desiguales de la UE.

Pero de nuevo se antoja necesario mirar fuera de nuestras fronteras. Si lo hacemos veremos que la desigualdad global no crece, sino que se reduce. El motivo es que millones de personas en China, India y otros países han escapado de la pobreza. «Los pobres se están enriqueciendo más rápido que los ricos», explica Pinker. Según cálculos de Tomas Hellebrandt y Paolo Mauro, en un trabajo para el Peterson Institute for International Economics, la desigualdad de renta se ha reducido de 69 a 65 puntos entre 2003 y 2013. Las diferencias entre ricos y pobres globales son muy grandes, pero se están estrechando.

Además la relación entre desigualdad y pobreza ha cambiado. «La desigualdad aumenta porque los ricos tienen más sin que esto —y por primera vez en la historia de la humanidad— suponga que los pobres tengan menos», explica el economista Branko Milanovic, autor de Los que tienen y los que no tienen (Alianza Editorial) y Global inequality: A new approach for the age of globalization. «La riqueza puede crecer sin que afecte a la subsistencia de gran parte de la población». Durante siglos no hubo crecimiento y, por tanto, la riqueza de unos era la pobreza de otros. Esto ya no es así.

«Hay otro punto», añade Johan Norberg. «La desigualdad se suele medir sólo en dinero, pero hay más ángulos. Bill Gates es diez millones de veces más rico que tú, ¿pero su vida es diez millones de veces mejor que la tuya? No lo creo. Sí, tiene un avión privado, pero probablemente use el mismo móvil que tú y el mismo ordenador que tú. Y seguramente no vivirá 30 años más que tú y no tiene un 99% menos de probabilidades que tú de que sus hijos mueran antes de los 5 años. En cosas no económicas es posible que haya más igualdad. Por ejemplo en educación o acceso sanitario».

Pinker aún va más lejos: «La desigualdad económica no es un un problema fundamental; la pobreza lo es. Si las personas están más sanas, bien alimentadas, y disfrutan sus vidas, no importa cómo de grande sea la casa de J. K. Rowling. Y las tasas de pobreza global están cayendo».

Pero ¿qué es mejorar?

Pongamos el ejemplo de una tribu del Amazonas que hace 100 años vivía en medio de la jungla sin que nadie ni nada perturbara su existencia. El año pasado una empresa maderera acabó con su hábitat. El mundo, tal y como lo conocían, ha acabado de forma traumática para ellos. ¿Cómo aseverar que para esta tribu el mundo ha progresado? No existe una concepción irrefutable sobre lo que se considera progresar. Es indudable que vivimos más, hay menos pobreza, más confort y menos violencia. ¿Pero somos más felices?

Algunos pensadores como Yuval Harari plantean este debate. ¿Es más feliz hoy un minero de Siberia que un cazador-recolector de hace veinte mil años? Resulta imposible saberlo. Un acuerdo para medir si la humanidad ha progresado es saber si hemos mejorado en los parámetros que exigimos para ser felices. Es decir, si nuestros gobiernos nos van concediendo lo que les llevamos siglos pidiendo: buena salud, educación, confort, tiempo de ocio, libertad. Sucesivos estudios han observado que, en general, los países donde tienen estas cosas las personas se dicen más felices, consideran que han progresado.

Como especie, como civilización, como mundo, hemos avanzado hacia lo que consideramos progreso, hacia lo que hemos perseguido y entendemos como un mundo mejor. Seguimos lejos de un mundo perfecto o ideal, si es que existe. Pero los datos nos dicen que, a pesar de percepciones —interesadas o no—, avanzamos por el buen camino. Aunque cueste creerlo, aunque falte mucho por andar.

Publicado por Other News.

Nuestro comentario:

Jorge Aniceto Molinari.No voy al examen riguroso de los datos (pueden analizarse diferencias y tal vez alguna sea importante) sino a los conceptos que son en este caso los que si me interesan.

Existe una percepción generalizada de que el mundo va mal, y que por lo tanto una de las conclusiones lógicas es que el capitalismo debe caer, y para ello se valora erróneamente lo analizado en los estudios de Marx, Engels, Lenin…

Todos los modo de producción han hecho su aporte al progreso humano, y su ciclo es de nacimiento, desarrollo y muerte, ¿Cuál es la etapa actual del modo de producción capitalista?: no tengo dos respuestas válidas, tengo una sola: estamos en la etapa en la que la predominancia del modo de producción debe morir y dar pasos transitorios hacia un nuevo modo de producción y la nota no tiene elementos para contradecir esta afirmación.

¿Esto es producto de que los números del mundo dan mal?: No, los que sí comienzan a pesar son los números del capitalismo que sí dan mal. Seguramente el autor de la nota no debe formar parte de ninguno de los enormes grupos humanos que hoy sufren las consecuencias de la situación actual, y para los cuales no cabe un juicio aséptico con respeto a la realidad.

Aclaremos el capitalismo es un sistema competitivo en el que el estado simultáneo y combinado de ascensos y quiebras de diferentes organizaciones empresariales está en su naturaleza (en su ADN como se dice ahora). Siempre hay alguna crisis, salvo que ahora la crisis general (que siempre se ha correspondido a grandes ciclos históricos) tiene un contenido y una característica ya irreversible, abarca a toda la sociedad y está para asimilar lo que el capitalismo ha generado y ahorrar tragedias humanas, necesita superarlo. Aclaremos una vez más: esto no supone el fin del capitalismo, sí el de su predominancia, el capitalismo como modo de producción en su declinación se sobrevivirá años, como ha venido ocurriendo con los modos de producción anteriores. La extensión e intensificación de la guerra –como anuncio siempre de hechos transcendentales– lo corrobora. (Este dato está ausente en la nota que comentamos).

No son motivo de este nuestro comentario cuales son en nuestro concepto las medidas de transición necesarias para poner fin a la predominancia capitalista, seguramente ya tendremos oportunidad de volver una vez más sobre el tema.

Esto podríamos completarlo con el dato del aumento del endeudamiento general en permanente crecimiento de los Estados y también de las personas y el aumento exponencial de los llamados paraísos fiscales.

Por si fuera poca la confirmación a lo estudiado y escrito por Marx, digamos que no se trata de crear un «modelo» alternativo que «compita» con el capitalismo sino el de desarrollar imponiendo la PAZ, las medidas de transición necesarias para la muerte de su predominancia. Son estas precisamente, «las medidas de transición», las que a la izquierda le están impidiendo por ahora un acercamiento al pensamiento de Marx, de Engels, de Lenin, por citar si duda a los más destacados, al no poder definirlas y perderse en consideraciones reformistas, estatistas e inda mais. El árbol no les está permitiendo ver el bosque. O dicho de otra manera, por el falso dilema de reforma o revolución, con el que se etiquetó la crisis de la socialdemocracia europea, previo a las guerras mundiales en que se diferenciaron los que votaban los créditos de guerra para sus gobiernos, de los que intervenían para denunciar el carácter de la guerra y generar acciones como la revolución rusa para imponer la paz.

Un comentario más, dicho si se quiere con ironía: este tipo de análisis que estamos comentando es muy común en la izquierda actual cuando se accede a posiciones de gobierno.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 6 de febrero de 2017.

[:ca]

Una visió del món a analitzar.

(Abordant això gris, que sembla la teoria).

Confesso que em resulta el mètode més pràctic per explicar una idea, el de reproduir una nota com aquesta que publica Other News i després comentar-la.

La nota:

El País. Logotip.El País. Divendres, 30 de desembre del 2016.

Les paradoxes del progrés.

Tot i que els polítics populistes s’aprofiten del pessimisme de la població, estem millorant en gairebé tots els paràmetres.

Kiko Llaneras (El País).

Les dades assenyalen que la humanitat està en la millor situació de la seva història i, en canvi, la majoria creu que el món empitjora. Els polítics populistes estan aprofitant aquesta percepció ignorant que estem millorant en tots els paràmetres. El 81% dels votants de Donald Trump creuen que, fa 50 anys, es vivia millor, que el món era un lloc millor. Una opinió que podria definir-se com reaccionària: creu que els canvis estan empitjorant les coses.

Aquesta visió està lluny de limitar-se als votants de Trump. La percepció que el món retrocedeix, que ens dirigim cap a una mena de caos, és àmplia. Segons un estudi de l’Institut Motivaction, el 87% de la població mundial creu que, en els últims 20 anys, la pobresa global ha estat igual o ha empitjorat.

La paradoxa és que les dades deixen clar que aquesta és una idea falsa. El món no empitjora, millora.

No vol dir això –vagi per davant– que el món sigui un lloc perfecte. Ni tan sols un bon lloc. Patim injustícies, guerres, fam i violència. Una minoria de la població posseeix la major part de la riquesa, mentre 760 milions –els 11% més pobres– sobreviuen amb menys de 2 dòlars al dia. La pobresa és quotidiana. Però de tots els escenaris globals que hem conegut (no imaginat o desitjat, sinó conegut) aquest és el millor.

El científic cognitiu i professor de Harvard Steven Pinker és un dels autors que han aportat més dades en defensa d’aquesta tesi. El seu llibre Los ángeles que llevamos dentro (Els àngels que portem a dins) tracta de demostrar que vivim en l’època més pacífica i pròspera de la història. «La gent al llarg i ample del món és més rica, gaudeix de més salut, és més lliure, té major educació, és més pacífica i gaudeix de major igualtat que mai abans», assenyala Pinker a El País. «Totes les estadístiques assenyalen que millorem. En general, la humanitat es troba millor que mai».

L’escriptor i historiador suec Johan Norberg és una altra de les veus destacades d’aquest corrent de pensament. Defensa en el seu llibre Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future (Progrés: deu motius per mirar cap endavant) que el capitalisme és el sistema que més ha fet progressar l’ésser humà i que vivim en el millor moment de nostra història. «El món està millorant ràpidament. De fet, mai abans el món va millorar així de ràpid. Per cada minut d’aquesta conversa, cent persones surten de la pobresa», explica.

Les dades donen suport aquestes afirmacions.

Ens mostren, per exemple, que els adults gaudeixen de vides més llargues i que la mortalitat infantil s’ha dividit entre quatre. El 1960, segons dades de l’OMS i el Banc Mundial, de cada cinc nens un es moria abans de complir cinc anys; ara sobreviuen 19 de cada 20.

La riquesa també s’ha multiplicat. Des de 1980 el percentatge de persones que viuen en la pobresa extrema s’ha reduït a una quarta part. Al sud d’Àsia la patien el 50% i ara al 15%. A l’est d’Àsia i el Pacífic, la pobresa extrema va passar d’afectar al 80% (quatre de cada cinc persones) a tot just el 3,5%.

L’alfabetització va camí de ser universal: el 1980 encara el 44% de les persones sobre el planeta no sabien llegir i escriure; ara són només el 15%, segons dades de l’OCDE i la UNESCO. A més s’està tancant l’escletxa entre l’educació que reben els homes i les dones de tot el món. A Espanya va cicatritzar el 2005. Moltes d’aquestes dades provenen del web Our World in Data, un projecte que recopila indicadors per mostrar com estan canviant les condicions de vida de les persones a tot el món.

Des dels anys vuitanta s’han reduït les guerres. La violència retrocedeix: a les societats agrícoles causava al voltant del 15% de totes les morts, segons el pensador israelià Yuval Harari, autor de Sapiens. D’animals a déus. Durant el segle XX va provocar el 5% i avui només és responsable de l’1% de la mortalitat global.

Per què no veiem aquest progrés.

Si les dades mostren millora, per què hi ha la percepció que empitjorem? Hi ha moltes respostes. Totes correctes i cap completa. La primera és que som més crítics, molt menys tolerants davant els errors i injustícies del sistema. Mai abans la humanitat havia estat tan exigent amb ella mateixa. Coses que avui ens semblen intolerables eren la norma: el 1980, el 54% dels espanyols pensava que ser homosexual era injustificable (aquesta xifra ha baixat fins al 8%). Aquesta exigència ens fa sentir que no millorem (o que, almenys, no millorem prou).

Johan Norberg afegeix una altra resposta: «Tenim millor accés a les notícies i a la comunicació que mai. I en els mitjans, les males notícies són les que venen. Ens assabentem d’alguna mala notícia o algun nou incident cada minut. Els desastres i les tragèdies no són una cosa nova, però els mòbils i les càmeres sí ho són. I això fa que ens doni la impressió que aquests horrors són més freqüents del que eren».

Steven Pinker coincideix: «Mentre el nombre d’incidents o desastres no baixi fins a zero, sempre hi haurà algun per a publicar. Cada cosa que passa és tremendament visible avui dia». Així, les crisis econòmiques i de migrants, els horrors de l’ISIS o el gihadisme (París, Brussel·les, Istanbul…) han entrat gairebé diàriament a les nostres llars a través de molts i molt diversos canals. Avui dia seguim al minut un cop d’estat a Turquia mentre acabem el sopar. La percepció, el pòsit final que queda per culpa d’aquestes tragèdies, és que hem arribat a cotes d’horror inèdites. Les dades –que diuen el contrari– queden sepultats sota l’onada de males notícies.

A tot això cal sumar un altre factor: la nostàlgia. «Quan la gent pensa en «els bons temps», es retrotrau a l’època en què van créixer, una època en què no havien de pagar factures, no tenien fills ni responsabilitats», explica Norberg. Potser el que enyorem no és el món de la nostra joventut sinó la nostra joventut mateixa.

Hi ha una última teoria plantejada per alguns científics i que, a grans trets, defensa que no estem fets per ser feliços. L’evolució ens va dotar d’una biologia que ens impedeix estar absolutament satisfets, perquè així ens manté actius, curiosos, desperts i ambiciosos.

Arma per als polítics.

El debat entre percepció i dades no passaria d’això, d’un debat, si no fos perquè la creença que el món empitjora s’usa amb fins polítics. Si el món empitjora, millorar-lo exigeix canviar el sistema (encara que el sistema, o parts del mateix, sempre segons les dades, ens fan anar a millor). Qui s’oposi a canviar-ho tot serà algú que s’oposa a frenar l’empitjorament del món. És a dir, un egoista, un immoral, o un irresponsable. O tot alhora. «Els polítics populistes ens volen espantats i difonen mites sobre amenaces immediates per a la nostra supervivència i manera de vida. Perquè saben que la gent espantada vol construir murs i votar a homes forts que prometen mantenir-nos fora de perill», reflexiona Norberg.

¿Què passa amb la crisi? Molts polítics esgrimeixen la crisi com a evidència que anem a pitjor. I, en certa manera, tenen raó. A Espanya sembla aventurat dir que vivim millor que l’any 2005. Aquest país travessa la crisi més greu en dècades i ha retrocedit en els últims anys a causa del mal moment econòmic. Però això no implica que, en termes generals i a llarg termini, estem empitjorant. El PIB per habitant està al nivell de 2004. Pocs indicadors ens han tornat més enllà de 2000 i molts no han deixat de millorar. Es tracta d’alteracions puntuals –que provoquen sofriment a milers d’individus, és clar–, però que formen part d’un procés que abasta segles.

Ho explica Pinker: «Hi ha períodes de pujades i baixades, que, en general, no arriben a alterar una progressió sostinguda. Per exemple, la taxa de crim als Estats Units va créixer una mica l’any passat respecte a l’anterior, però en general la tendència en global és de descens. Un altre exemple: la xifra de morts per guerres va augmentar després de 2011, a causa de la guerra de Síria, però va seguir sent molt més baixa que en els 50, els 60, els 70, els 80 i els 90».

En pensar en la crisi, a més, solem oblidar que el món no és només Occident. Mentre Europa i els Estats Units patien la recessió, en altres parts el progrés no només no es va aturar sinó que es va accelerar. Entre 2005 i 2013, en el conjunt del planeta, la pobresa extrema es va reduir a la meitat. L’esperança de vida va augmentar en 3 anys i es va reduir la mortalitat infantil en tots els continents.

La paradoxa de la desigualtat.

Per descomptat hi ha peròs, asteriscs que posar al progrés sostingut de la humanitat. Un és la desigualtat. Les diferències han augmentat en molts països rics, com els Estats Units, Alemanya o Suècia. En el cas d’Espanya, aquest augment ha fet que sigui un dels països amb rendes més desiguals de la UE.

Però de nou sembla necessari mirar fora de les nostres fronteres. Si ho fem veurem que la desigualtat global no creix, sinó que es redueix. El motiu és que milions de persones a la Xina, Índia i altres països han escapat de la pobresa. «Els pobres s’estan enriquint més ràpid que els rics», explica Pinker. Segons càlculs de Tomas Hellebrandt i Paolo Mauro, en un treball per al Peterson Institute for International Economics, la desigualtat de renda s’ha reduït de 69 a 65 punts entre 2003 i 2013. Les diferències entre rics i pobres globals són molt grans, però s’estan estrenyent.

A més la relació entre desigualtat i pobresa ha canviat. «La desigualtat augmenta perquè els rics tenen més sense que això –i per primera vegada en la història de la humanitat– suposi que els pobres tinguin menys», explica l’economista Branko Milanovic, autor de Los que tienen y los que no tienen (Els que tenen i els que no tenen, Alianza editorial) i Global inequality: A new approach for the age of globalization. «La riquesa pot créixer sense que afecti la subsistència de gran part de la població». Durant segles no hi va haver creixement i, per tant, la riquesa d’uns era la pobresa d’altres. Això ja no és així.

«Hi ha un altre punt», afegeix Johan Norberg. «La desigualtat se sol mesurar només en diners, però hi ha més angles. Bill Gates és deu milions de vegades més ric que tu, però ¿la seva vida és deu milions de vegades millor que la teva? No ho crec. Sí, té un avió privat, però probablement faci servir el mateix mòbil que tu i el mateix ordinador que tu. I segurament no viurà 30 anys més que tu i no té un 99% menys de probabilitats que tu que els seus fills morin abans dels 5 anys. En coses no econòmiques és possible que hi hagi més igualtat. Per exemple en educació o accés sanitari».

Pinker encara va més lluny: «La desigualtat econòmica no és un un problema fonamental; la pobresa ho és. Si les persones estan més sanes, ben alimentades, i gaudeixen les seves vides, no importa com de gran sigui la casa de JK Rowling. I les taxes de pobresa global estan caient».

¿Però què és millorar?

Posem l’exemple d’una tribu de l’Amazones que fa 100 anys vivia enmig de la jungla sense que ningú ni res pertorbés la seva existència. L’any passat una empresa fustera va acabar amb el seu hàbitat. El món, tal com el coneixien, ha acabat de forma traumàtica per a ells. ¿Com asseverar que per aquesta tribu el món ha progressat? No hi ha una concepció irrefutable sobre el que es considera progressar. És indubtable que vivim més, hi ha menys pobresa, més confort i menys violència. ¿Però som més feliços?

Alguns pensadors com Yuval Harari plantegen aquest debat. ¿És més feliç avui un miner de Sibèria que un caçador-recol·lector de fa vint mil anys? Resulta impossible saber-ho. Un acord per a mesurar si la humanitat ha progressat és saber si hem millorat en els paràmetres que exigim per ser feliços. És a dir, si els nostres governs ens van concedint el que els portem segles demanant: bona salut, educació, confort, temps d’oci, llibertat. Successius estudis han observat que, en general, els països on tenen aquestes coses les persones es diuen més feliços, consideren que han progressat.

Com a espècie, com a civilització, com a món, hem avançat cap el que considerem progrés, cap al que hem perseguit i entenem com un món millor. Seguim lluny d’un món perfecte o ideal, si és que existeix. Però les dades ens diuen que, tot i percepcions –interessades o no–, avancem pel bon camí. Encara que costi de creure, encara que falti molt per fer.

Publicat per Other News.

El nostre comentari:

Jorge Aniceto Molinari.No vaig a l’examen rigorós de les dades (poden analitzar diferències i potser alguna sigui important) sinó als conceptes que són en aquest cas els que si m’interessen.

Hi ha una percepció generalitzada que el món va malament, i que per tant una de les conclusions lògiques és que el capitalisme ha de caure, i per a això es valora erròniament el que hem analitzat en els estudis de Marx, Engels, Lenin…

Tots els mode de producció han fet la seva aportació al progrés humà, i el seu cicle és de naixement, desenvolupament i mort, ¿Quina és l’etapa actual de la manera de producció capitalista?: no tinc dues respostes vàlides, tinc una sola: estem a la etapa en què la predominança de la manera de producció ha de morir i donar passes transitòries cap a un nou mode de producció i la nota no té elements per contradir aquesta afirmació.

¿Això és producte què els números del món van malament?: No, els que sí que comencen tot són els números del capitalisme que sí van malament. Segurament l’autor de la nota no ha de formar part de cap dels enormes grups humans que avui pateixen les conseqüències de la situació actual, i per als quals no cal un judici asèptic amb respecte a la realitat.

Esclarim que el capitalisme és un sistema competitiu en què l’estat simultani i combinat d’ascensos i fallides de diferents organitzacions empresarials està en la seva naturalesa (en el seu ADN com es diu ara). Sempre hi ha alguna crisi, tret que ara la crisi general (que sempre s’ha correspost a grans cicles històrics) té un contingut i una característica ja irreversible, abasta a tota la societat i està per assimilar el que el capitalisme ha generat i estalviar tragèdies humanes, necessita superar-lo. Esclarim un cop més: això no suposa la fi del capitalisme, sí de la seva predominança, el capitalisme com a mode de producció en la seva declinació sobreviurà anys, com ha passat amb les formes de producció anteriors. L’extensió i intensificació de la guerra –com anunci sempre de fets transcendentals– ho corrobora. (Aquesta dada està absent en la nota que comentem).

No són motiu d’aquest comentari nostre quines són en el nostre concepte les mesures de transició necessàries per posar fi a la predominança capitalista, segurament ja tindrem oportunitat de tornar un cop més sobre el tema.

Això podríem completar-lo amb la dada de l’augment de l’endeutament general en permanent creixement dels Estats i també de les persones i l’augment exponencial dels anomenats paradisos fiscals.

Per si fos poca la confirmació a allò que estudiat i escrit per Marx, diguem que no es tracta de crear un «model» alternatiu que «competeixi» amb el capitalisme sinó el de desenvolupar imposant la PAU, les mesures de transició necessàries per a la mort de seva predominança. Són aquestes precisament, «les mesures de transició», les que a l’esquerra li estan impedint per ara un acostament al pensament de Marx, d’Engels, de Lenin, per citar si dubteu als més destacats, en no poder definir-les i perdre en consideracions reformistes, estatistes i inda mais. L’arbre no els està permetent veure el bosc. O dit d’una altra forma, pel fals dilema de reforma o revolució, amb el qual es va etiquetar la crisi de la socialdemocràcia europea, previ a les guerres mundials en què es van diferenciar els que votaven els crèdits de guerra per als seus governs, dels que intervenien per denunciar el caràcter de la guerra i generar accions com la revolució russa per imposar la pau.

Un comentari més, dit si es vol amb ironia: aquest tipus d’anàlisi que estem comentant és molt comú en l’esquerra actual quan s’accedeix a posicions de govern.

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 6 de febrer del 2017.

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