Nada que perder, un mundo a ganar.
(Abordando eso gris, que parece la teoría).
Comprendo que hay una gran mayoría de seres humanos en los cuales los enfrentamientos sociales han influido en su forma de pensar confrontativa, su lógica es que para que haya ganadores debe necesariamente haber perdedores.
No faltaran los que me señalen que he abandonado las enseñanzas de los maestros, por ejemplo sobre la lucha de clases, con lo cual confirmarán mi tesis de que no han entendido nada –disculpen la soberbia–.
La lucha de clases como la ley de gravedad se desprenden, esta del análisis del desarrollo social y la otra de la física, pero negarlas hace que el enfoque científico quede de lado.
Conocemos gran parte de nuestra historia contemporánea, la economía movida en su esencia por la necesidad de rentabilidad en las inversiones. De aquella humilde primera plusvalía manejada por alguien que suponemos jefe de taller organizando con ella la expansión de su actividad económica, hasta esto de hoy en que a través de la organización financiera se invierte no solo en lo necesario sino en rubros que estimulan todas las lacras sociales, buscando esa rentabilidad cada vez más esquiva, lo que Marx analizaba como el permanente agostamiento de la tasa general de ganancias.
Las metas en la economía logrados por la inversión capitalista han sido imponentes, como han sido imponentes también las lesiones en una enorme cantidad de seres humanos que han ido quedando fuera del sistema. La acumulación primitiva que ya la humanidad ha venido cerrando ha sido también sobre la base de tragedias, de sangre, sudor y lágrimas. No excluyo de esto al capitalismo de Estado aún con el rótulo de «socialismo real», si bien las revoluciones que les precedieron abrieron el mundo a inmensas mayorías excluidas, como lo reafirmaba José Batlle y Ordóñez a la muerte de Lenin y un ejemplo imponente actual es China, haciendo punta en el libre comercio y el desarrollo capitalista gobernada por el Partido Comunista.
Reconozco la existencia de una mayoría en la sociedad que sigue viendo la salida por el lado de la confrontación que llaman de clase. Tampoco ignoro que existen al frente de algunos Estados, intereses de la industria de la guerra que ven a través de ella el desahogo de sus vicisitudes económicas coyunturales, sistémicas, las estimulan y las provocan, a través de agentes y agencias muy bien pagas.
Es esa tendencia la que la sociedad organizada en partidos, en sindicatos, en religiones, en organizaciones sociales debe superar, derrotar para abrir a la humanidad una nueva era de progreso en que la necesidad de rentabilidad deje paso a la necesidad del accionar eficiente de la economía en beneficio de todos.
En algún momento abordaremos: «La observación de Keynes de que la eutanasia del rentista “no necesitará revolución alguna” es a la vez un reconocimiento y un desafío al marxismo. Si el capitalismo en cualquier caso está condenado por su propio éxito, la revolución es innecesaria, escribía. Y si es que sólo se puede llamar revolución el hecho de un enfrentamiento de facciones, cosa que no compartimos y argumentamos en esta nota».
John Maynard Keynes (5 de junio de 1883 – 21 de abril de 1946).
En Diciembre del 2008 envié a través de la Dirección del Instituto Uruguay-EE.UU una carta al Presidente Electo Barack Obama, de la que nunca recibí respuesta. Posteriormente y para mi sorpresa, el Presidente de mi país, Uruguay, José Mujica, hizo una exposición en la ONU en el mismo sentido, si bien posteriormente no ha vuelto a hablar del tema.
Insisto y ese es mi convencimiento en que este es el camino que la humanidad debe tomar, más aún cuando el corona virus ha puesto al rojo vivo la intensidad de la crisis ya existente.
Para ello es necesario el pronunciamiento de todos, y para mí el convencimiento de la vuelta a la enseñanza de los maestros, que la derrota de Lenin en 1924 hizo que atravesáramos una profunda noche ideológica de la que necesitamos imperiosamente salir.
El texto de la intervención del Presidente Mujica está en Internet, y la carta a Obama es lo que sigue:
Montevideo, 11 de diciembre de 2008.
Señor Presidente Electo de los Estados Unidos de Norte América.
Don Barack Obama.
Presente.
Con mi mayor estima:
En mi condición de ciudadano de Uruguay, nacido en Paysandú hace 69 años, con 38 años de trabajo bancario ahora jubilado, y desempeñándome actualmente como Consejero Secretario Adjunto del Consejo Honorario de la Caja de Jubilaciones y Pensiones Bancarias, con una extensa actividad militante, política y sindical en el ámbito de mi país, hijo mayor de un humilde carpintero, me tomo el atrevimiento que espero sepa disculpar, de dirigirme a Ud.
En primer lugar para desearle el mejor gobierno posible, por su pueblo y por todos los pueblos del mundo.
No es mi deseo reclamar ni reivindicar nada. Todo lo que ha vivido la humanidad es importante; seguramente estudiosos de todas las ramas del saber científico encontrarán en ellas material para ayudarnos a transitar el futuro y harán justicia con cada uno de los hechos ocurridos y transcurridos.
Pero mi intención es llegar a Ud. para señalarle algunos aspectos que considero fundamentales para que la humanidad supere esta crisis que sin duda es la mayor de la historia.
Hay gentes que lo tienen todo claro; de un lado están los buenos y del otro los malos. No es mi caso. Pero sí creo que las circunstancias nos ponen a cada uno en situaciones de decidir, como en su caso, la suerte de millones de seres humanos.
Así como un médico debe decidir la suerte de su paciente, el Presidente de los EE.UU., decide con sus acciones la suerte de millones de seres humanos en el planeta.
Mi preocupación es qué debe y qué puede hacer Ud. para cambiar en beneficio de la gente una situación tremendamente crítica de un avance prodigioso en materia científica en medio de la mayor crisis de la historia.
Permítame pues en medio de la incredulidad de la inmensa mayoría de la inteligencia moderna, proponerle dos medidas que para mí son sustanciales para un giro en la historia humana.
Una, la necesidad de un signo monetario único universal, aspiración de Lord Keynes a la salida de la segunda guerra mundial. Así como existe universalmente el metro, el kilo, el litro, debe existir una unidad monetaria única.
Sé que lograr esto es una dura batalla, pero vale la pena encararla, sobre todo para los pobres del mundo, que son en última instancia los que no tienen medios para defenderse de su manejo y resultan ser las víctimas de sus ajustes.
La segunda, directamente vinculada con la primera, es la necesidad de cambiar radicalmente los sistemas impositivos del mundo. La revolución técnico-científica permite hoy registrar totalmente los movimientos de dinero, y es sobre ellos que hay que aplicar la carga tributaria y eliminar los impuestos al consumo y al trabajo.
Los inmensos recursos genuinos que este cambio impositivo genere podrán ser utilizados en beneficio de la humanidad y con la intervención democrática de la sociedad. Se estará entonces en condiciones de transformar en jardines, lo que hoy son las residencias donde padecen la mayor parte de nuestros hermanos. Se estará en condiciones de transformar la vida humana.
Claro está que para la aplicación de estas medidas necesitamos más que nunca afirmar una política plena de paz y democracia, de desarrollo de todas las instituciones que la sociedad se ha ido dando a través de su avance.
Estas medidas son las centrales, todo lo demás gira en torno a ellas; los paraísos fiscales, el lavado de dinero, la droga, la corrupción, la guerra, todas las formas de esclavitud, podrán ser controladas y superadas si el pueblo tiene estos instrumentos fundamentales para avanzar.
La tremenda amenaza que para el mundo significa la actual crisis económica, con la fractura social más grande de la historia, que impide el acceso de gran parte de la humanidad a los formidables avances que se han dado en todos los campos del conocimiento, sólo puede revertirse volviendo a la economía real.
El ejercicio pleno de la libertad humana parte del equilibrio y la justicia del sistema económico, hoy como nunca antes en la historia humana un Presidente de EE.UU., está en condiciones de dar pasos para un giro gigantesco en la historia de la humanidad.
He escuchado y leído sus discursos, creo en su palabra, y sobretodo en la emoción de su pueblo que también es el mío en tanto ciudadanos del mundo.
Lo mejor está por venir.
Con todos mis respetos:
Jorge Aniceto Molinari.
El gobierno de Lacalle en el Uruguay ha recurrido con gran acierto al respaldo de científicos para afirmar todos sus pasos frente al Covid 19.
Porque no hacerlo entonces buscando incluso un respaldo científico en el mundo, en el terreno de la economía, donde los padecimientos de la sociedad amenazan ser de enorme gravedad.
Esto que esbozamos es un camino, del que estamos convencidos es el único posible en beneficio de la gente, y para nada nos parece correcta una táctica de la oposición que se limite a la resistencia y a esperar una nueva oportunidad electoral. La vida de la gente es ahora.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 2 de Agosto de 2020.