La cruz de los caminos.
(Abordando eso gris, que parece la teoría).
El feriante de mi barrio me comenta como va a encarar el cambio y los costos que le significa el traslado del mercado del cual se abastece y reflexiona sobre porque hay gente que siendo muy rica siempre quiere más.
Me dice de su incógnita por saber que han llegado al Uruguay, cubanos y venezolanos con una excelente preparación, buscando hacer dinero, pensando que en esos países se vive peor que en el nuestro. Se lamenta no haber seguido estudiando cómo le decían sus familiares que lo hiciera, aunque dadas estas circunstancias se cuestiona que el trabajo decente y esforzado esté dando hoy satisfacciones a la gente.
Esteban Valenti culmina una de sus notas con esta frase: «No los puedo convocar a nada, no tengo la autoridad, ni la fuerza y posiblemente ni siquiera las ganas, solo puedo compartir mis naufragios y mi tristeza» (Uypress, columna del 30‑5‑2018).
¿Qué tienen que ver una cosa con la otra?: que me sirven para explicar algo de lo que hoy está pasando en el mundo y de cuál es mi visión sobre ello.
Hay países en el mundo, donde la crisis aún no se expresa, hoy el motor del capitalismo, su centro, está en China y en los países de su entorno. ¿Paradoja?: el centro del desarrollo actual del capitalismo «gobernado» por un poderoso Partido Comunista.
Lo hemos explicado con claridad (suponemos) de que todas las revoluciones han ensanchado la base social del capitalismo, no podía ser de otra manera, han aumentado la capacidad de los «consumidores», lo que fue el Reino Unido, como base central del capitalismo, pasó luego a EE.UU. y hoy está pasando rápidamente a China. Los límites económicos «capitalistas» posibles del planeta están ahí.
El feriante proyecta y acomoda su vida a las vicisitudes que el mercado le plantea todos los días, su horizonte es cumplir con una tarea que le permite vivir, y aún así siente que algo no está marchando bien.
Esteban, en la lucha de clases, siempre ha levantado modelos para confrontar con los existentes –particularmente en estos últimos tiempos en el plano nacional– y nos confiesa su fracaso y nos acerca sus reflexiones al menos contradictorias, pero válidas.
En las ciencias sociales, a diferencia de las otras ciencias, siempre es más difícil comprender que hay reglas que respetar hasta tanto la humanidad no esté en condiciones de superarlas. No es como en la física que quién intenta un modelo diferente al que establece la vigencia de la ley de la gravedad está destinado al fracaso, por ejemplo, claro si ello se lo quiere aplicar a la lógica en que se desenvuelve la naturaleza.
En las ciencias sociales tal vez cuesta entender que es el propio sistema económico predominante que en su necesidad de competencia estimula la existencia de modelos confrontativos, de corta vida (algunos han durado 70 años) y destinados al fracaso. Así intenta justificar su vigencia y su «atemporalidad».
Salir de esta lógica no es sencillo, más cuando en la izquierda ha predominado la que impuso la derrota de Lenin en 1924, derrota que la derecha por la propia dinámica de su pensamiento trató de utilizar para arrastrar a la condena a todo el trabajo ideológico de Marx y Engels.
Sin embargo la crisis y sus naufragios, hace que con más fuerza que nunca emerjan todas aquellas enseñanzas que sobre la sociedad y su desarrollo aún no han sido superadas.
Algunos ejemplos sencillos: los seres vivos, nacen, se desarrollan y mueren, los modo de producción también nacen, se desarrollan y mueren, aunque su dinámica tiene reglas propias, como por ejemplo de que ningún modo de producción abandona el escenario de la historia sin agotar todas sus posibilidades y que su superación no se produce por el choque de modelos sino que en el propio proceso de agotamiento y agostamiento surgen medidas que al tomarse señalan el nacimiento de un nuevo modo de producción superior.
En la izquierda predomina aún el estatismo que introdujo la derrota de Lenin en 1924 –siempre aclaramos que en casos puntuales y coyunturales el estatizar puede ser el único camino para preservar el aparato productivo, que fue lo que hizo la revolución rusa– y hasta ahora ha predominado la incapacidad para visualizar medidas universales que permitan entrar en la transición, como la moneda única y universal y un sistema impositivo basado en la circulación del dinero, dando muerte a los paraísos fiscales y a los sistemas impositivos basados en el consumo, el salario y las pensiones. De la rentabilidad como motor de capitalismo y de todo su sistema empresarial, a la rentabilidad en beneficio de la sociedad toda, administrada y controlada por los organismos que esta determine. Dar a la democracia el marco universal sobre las organizaciones existentes que hoy no tiene. Dar al trabajo su valor de beneficio para la sociedad y no para la rentabilidad de los capitales, que hace que hoy su crisis, su escasez afecte duramente a la composición orgánica del tejido social. El llamado fenómeno de la violencia en todas sus formas.
¿Serán las Naciones Unidas, será el Banco Mundial, será el Fondo Monetario Internacional?, no lo sé en concreto, si sé que deberán crearse instrumentos organizativos que permitan que lo mejor de la humanidad pese y decida en la organización democrática del desarrollo futuro.
Hoy la guerra que se extiende destruye pueblos y acorta los plazos de la convivencia, ¿qué puede hacer el mundo organizado para detenerla y proyectar una acción de reconstrucción humana en todo el planeta? Pues precisamente levantar de inmediato el programa de moneda única universal, y la provisión de recursos presupuestales para esta tarea a partir de los impuestos basados pura y exclusivamente sobre la circulación del dinero.
Cuando esto escribo sucede lo de España, cae Rajoy, líder –sin proponérselo– de la derecha que hace punta universal contra el gobierno de Maduro en Venezuela, victima –otra más, ahora en la derecha– de la corrupción o de lo que ella impone en las relaciones sociales actuales en que prevalecen los paraísos fiscales y los estudios jurídicos y contables encargados de la circulación «legal» del llamado dinero «sucio» del capitalismo real.
¿Podrá Pedro Sánchez emerger del descreimiento general y liderar una transformación que el mundo necesita y de la cual España solo es una parte? ¿Podremos ayudarlo a pensar con cabeza universal, cuando hoy lo que abundan son las estrecheces de las miradas regionales y de comarca? Somos de los que pensamos en que es posible y tratamos de ayudar a que lo sea, por aquello de: España bendita tierra, que nos tiene atragantados desde la derrota de la República.
Escrita esta nota Esteban Valenti recuerda en un nuevo análisis en Uypress estas dos frases de Carlos Marx, que bien valen para ejemplificar lo que analizamos:
«Si la burguesía «mantiene la injusticia en las relaciones de propiedad» políticamente, es decir, por medio del poder del Estado, no quiere decir que la cree. «La injusticia en las relaciones de propiedad» condicionada por la moderna división del trabajo, por la forma moderna del cambio, por la competencia, la concentración, etc. no brota ni mucho menos del poder político de la clase burguesa, sino que, por el contrario, es el poder político de clase burguesa el que brota de estas modernas relaciones de producción, que los economistas burgueses proclaman como leyes necesarias y eternas».
Y agrega «Por tanto, si el proletariado derroca el poder político de la burguesía, su victoria no pasaría de ser pasajera, sería solamente un cambio al servicio de la misma revolución burguesa, como lo fue en el año 1794, mientras la historia misma, en su desarrollo, en su «movimiento», no se encargue de crear las condiciones materiales que hagan necesaria la abolición del modo de producción burgués y, por tanto y a la par con ello, el derrocamiento definitivo del poder político de la burguesía». Lo escribió en 1847…
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 30 de mayo de 2018.
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