[:es]170 años.[:]

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170 años.

(Abordando eso gris, que parece la teoría).

Los humanos, nacemos, nos desarrollamos, morimos, así de simple, pero lo que es ya más difícil entender es que esto mismo sucede con los modos de producción, aún cuando la dinámica de su proceso sea diferente.

Los modos de producción no se reproducen, se retroalimentan y preparan las condiciones para la predominancia del nuevo, aún cuando muchas de las formas anteriores perduran antes de desaparecer y se solapan en el tiempo.

Esto deberíamos debatirlo para desarrollar nuestro conocimiento, ahora no siempre es así.

No está además en nosotros el menor atisbo de pensar que deberíamos impedir o cuestionar pensamientos que puedan contradecir esto que estamos afirmando. Por el contrario sería muy ilustrativo que desarrollaran sus ideas.

Para este debate además nuestras herramientas son el materialismo, dialéctico e histórico. Sabemos además que hay quienes tienen sus argumentos para cuestionar estas herramientas, o lo que desde nuestro punto de vista es más grave los que dicen utilizarlas y las utilizan mal o parcialmente, para justificar razonamientos idealistas, que toman muy parcialmente estas herramientas; en este grupo reconocemos a muchos de los que se auto clasifican como marxistas y/o como marxistas leninistas. Tal vez lo que más identifica a este tipo de posiciones es la afirmación de que socialismo es propiedad estatizada, que ha predominado por mucho tiempo y hoy está en retirada aún cuando el duelo por la crisis de este tipo de razonamientos no está procesado.

Junto con esta constatación hay otra que también nos preocupa: el pensamiento de que todo se resuelve en competencia. La propia dialéctica es explicada por la competencia y no por la necesidad de la síntesis. Es cierto desde que nacemos se nos educa en competir, la sociedad misma es el resultado de la competencia entre distintas opciones: hay triunfadores y derrotados. El capitalismo, se afirma, como modo de producción para ser superado necesita ser derrotado; se nos explica que para eso son las revoluciones y que cuando una revolución es derrotada es porque el capitalismo ha logrado superar el desafío.

Nosotros nos negamos a razonar de esa forma.

En 1848, Marx y Engels, escriben el Manifiesto Comunista y en él surge claramente un programa para toda una etapa reivindicativa de la clase obrera en la historia de la humanidad.

De 1848 a 2018, 170 años.

En abril de 1917 en Rusia la caída del zarismo, era solo un eslabón, las nuevas autoridades no conseguían ni parar la guerra y sus masacres, y tal vez lo más importante, no podían reorganizar el aparato productivo, Lenin aborda esa realidad proponiendo un programa de aplicación inmediata: hacer la paz, entregar las tierras, nacionalizar la banca y el comercio exterior. Ese programa las masas lo llevan al poder y realizan durante 7 años una obra inmensa, que don José Batlle y Ordoñez en el Uruguay, no dudó en resaltar.

Las luchas obreras, las luchas sociales, producto de gigantescos esfuerzos sociales organizativos, y no exenta del sufrimiento de tremendos crímenes, como los que dieron origen a fechas como el 1° de mayo y el 8 de marzo, dieron contradictoriamente, para quienes no han asumido un estudio más riguroso de la realidad, una base mayor al propio desarrollo del capitalismo, como hoy ocurre por ejemplo con China. Por aquello de que ningún modo de producción abandona su predominancia sin agotar sus posibilidades.

El capitalismo además como modo de producción nació con la vocación de extenderse hasta los límites mismos del planeta y dar denominadores comunes en un mar rico de nacionalidades y culturas diferentes, que han adornado y enriquecido el convivir humano, cuando eso se ve desde el punto de vista positivo, que particularmente caracterizó a la etapa de auge del modo de producción en su predominio. Ahora cuando la predominancia del modo de producción capitalista comienza a agotar sus posibilidades (agostamiento de la tasa general de ganancias), la crisis con sus constantes desequilibrios comienza a ser irreversible para la continuidad de esa predominancia, cada uno de esos componentes de nacionalidades y culturas pasan ser circunstancialmente críticos.

Los sueños a partir de las luchas sociales dieron nacimientos a corrientes idealistas, comúnmente llamadas utópicas, donde su principal características es desprenderse de la realidad e imaginar un sistema sobre la base de un ser humano muy cercano a la perfección.

A esto respondió en particular Federico Engels con un texto «del socialismo utópico al socialismo científico», que trata de bajar a tierra este tipo de elucubraciones.

Sin embargo la vida y el desarrollo capitalista presentó un nuevo desafío, la burocracia estatal, la vieja y la nueva creada por la propia revolución rusa sobre la derrota de las ideas y del Partido de Lenin pero vistiéndose de sus propias pieles, y no renegando de mucho de lo conquistado, hicieron que el mundo llamara modelo «comunista» al engendro stalinista. Los ideólogos del capitalismo encantados con el giro de los acontecimientos tenían para mostrar al mundo que ese era el modelo comunista mientras los revolucionarios del 17 eran asesinados por el aparato del nuevo Estado.

¿Entonces? ¿Si no se trata de crear un modelo competitivo con un ser humano perfeccionado, de que se trata? Porque a lo que estamos acostumbrados o nos han acostumbrado, es a pensar en crear un modelo competitivo que barra con el capitalismo, es más se nos dice que en esto consiste la revolución y el ser revolucionario y que lo que no esté en esa línea es reformista.

Pero además confundiendo lo que en 1917, era la diferencia entre los que apoyaban desde la «izquierda» los créditos de guerra, y los que dirigían su accionar político a lograr la paz.

Hemos afirmado que lo que insinuó Mujica en la ONU (setiembre del 2013, se puede acceder a través de Internet) era la visión comunista necesaria de este tiempo. Mujica no volvió sobre esa intervención y sus propios seguidores están programáticamente en otra, allá ellos y sus cálculos políticos.

¿Por qué, de nuestra afirmación? Porque el capitalismo está llegando en su predominancia a los límites posibles, y necesita que la transición se haga imponiendo la paz, deteniendo a los que llevados por la desesperación de la crisis de un sistema que creían eterno, se inclinan por el suicidio, por la barbarie.

¿De qué se trata entonces la transición, o el inicio de la transición?: de manejar dos herramientas fundamentales en el funcionamiento de la economía: la moneda y los impuestos. Para las dos herramientas construir la voluntad política que las concrete necesita la conjunción de fuerzas, políticas, sindicales y sociales de todo el planeta.

Hacia China gobernada por el Partido Comunista se encamina el centro del capitalismo mundial, Cuba suprime de su constitución la definición de sociedad «comunista», Venezuela, Nicaragua, y por lo general los gobiernos y Estados que han pretendido una política diferente a la neoliberal, son el símbolo de lo que en la «izquierda» predominante califica, es una ofensiva de la derecha y de alguna manera un retroceso de la «izquierda», que es en definitiva su negativa a calificar la crisis y darse el programa que esta necesita para iniciar la transición entre la predominancia de un modo de producción a otro.

Es la distancia entre el programa de estatizaciones del stalinismo al programa de moneda única universal y de imponer un sistema impositivo basado en la circulación del dinero que de muerte a los paraísos fiscales y derogue las imposiciones al consumo, los salarios y las pensiones. Que admita que los fondos de ellos provenientes, aborden en forma universal los problemas de la salud, la educación y el trabajo, eje de una matriz económica que la humanidad está en mejores condiciones que nunca de construir, muy por encima de cualquier matriz económica nacional.

Recordemos lo que escribía Carlos Marx en su crítica a la economía política:

«En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. En cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma más o menos rápidamente toda la superestructura inmensa. Cuando se examinan tales transformaciones, es preciso siempre distinguir entre la transformación material -que se puede hacer constar con la exactitud propia de las ciencias naturales- de las condiciones de producción económicas y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en breve, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo que piensa de sí mismo, tampoco se puede juzgar a semejante época de transformación por su conciencia; es preciso, al contrario, explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Una formación social no desaparece nunca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen relaciones de producción nuevas y superiores antes de que hayan madurado, en el seno de la propia sociedad antigua, las condiciones materiales para su existencia. Por eso la humanidad se plantea siempre únicamente los problemas que puede resolver, pues un examen más detenido muestra siempre que el propio problema no surge sino cuando las condiciones materiales para resolverlo ya existen o, por lo menos, están en vías de formación. A grandes rasgos, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el burgués moderno pueden designarse como épocas de progreso en la formación social económica. Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso social de producción, antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que emana de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para resolver dicho antagonismo. Con esta formación social se cierra, pues, la prehistoria de la sociedad humana».

Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 13 de agosto de 2018.

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