El partido moralista.
(Abordando eso gris, que parece la teoría).
Producto de una crisis irreversible de la predominancia del modo de producción capitalista, han resurgido a lo largo y ancho del mundo, un nuevo espécimen de militantes sociales y políticos: los moralistas.
Hay de ellos en todos los partidos y a la vez no integran en especial ningún partido, por lo cual podemos afirmar que no existe ni existirá –al menos por ahora-, ningún partido que se pueda autodefinir como moralista.
No ponen en juego su moral en la vinculación con las instituciones de la sociedad sino la vinculación de todos los demás.
Si bien creo que han existido en todas las épocas, en esta etapa adquieren un carácter más destacado en tanto la salida a la crisis aún no aparece con claridad.
Un moralista en Uruguay en la rambla de Punta del Este (el principal balneario), analizará cuán importante han sido las inversiones allí realizadas para generar mano de obra, no importando su origen o si pasaron o no por el cambio Nelson, o si provienen de la evasión fiscal en otro país o del lavado de dinero, eso es lo «normal», y tampoco importa con que gobierno comenzaron, «es lo que hay valor», «así está el mundo».
Sería estúpido y contrario al interés del desarrollo de nuestra economía ponerse en moralista si el resto del mundo no asume la misma conducta.
El tema se pone más álgido cuando se pretende analizar gobiernos como el de Venezuela con una vara moralista que nada tiene que ver con la realidad.
La renta petrolera en Venezuela, y digo Venezuela porque es lo que hoy está en la agenda de los «demócratas», siempre dio base para la corrupción. Pensar en eliminar esa corrupción puede llegar a ser utópico en la medida que no se analice que medidas aplicar para la economía en su conjunto universal. Lo cual no quiere decir que no sea necesario combatirla, sabiendo siempre de que estamos hablando, y que el daño que produce puede llegar a tener consecuencias irreparables.
Un buen intento ha sido destinar una parte importante de esa renta a cubrir la brecha en la vida de los venezolanos. Ahora se puede morir en el intento si no se atiende a una de las herramientas centrales en la economía actual: el manejo de la moneda. Si los ingresos en el manejo de esa renta son en dólares y los ingresos de la gente son en bolívares, el caldo de cultivo es inmanejable para la gente y manejable para los especuladores, que en este caso expresarán sus preferencias políticas en vinculación directa con sus intereses sin importarles las definiciones.
No pensemos esto sólo con la cabeza en Venezuela, en el Uruguay los sectores exportadores que han movido la economía -lo que se denomina el aprovechamiento de la coyuntura-, comienzan a retomar en su discurso lo que ellos llaman «el atraso cambiario», que no es ni más ni menos que presionar para que el peso uruguayo sea devaluado frente al dólar, lo que trae aparejado un descenso en las obligaciones que ese sector tiene en la sociedad uruguaya. – Entre ellas destacan siempre «los costos laborales».- No es de extrañar entonces que en la cercanías de las campañas electorales la presión se traslade también a los artículos de la canasta familiar, como ha ocurrido en Argentina y ocurre en Venezuela. A cuyo manejo siempre han estado vinculado.
Alguien nos podría decir manejado un manual de «marxismo-leninismo» hay que estatizar todo, y san se acabó.
Ahora todos sabemos que eso hoy no es posible y que el mundo en el que en determinado momento fue posible, ya fue, y que además nada tenía de marxista y/o leninista.
Esto es lo que trata de aprovechar la derecha, la falta de comprensión del fenómeno monetario en la izquierda, problema que en un momento de ahogo de su economía la derecha tuvo que solucionar en Ecuador, y no sé si en una situación similar la izquierda en el gobierno lo hubiera hecho.
En una oportunidad el entonces Presidente Jorge Batlle, dijo algo que fue muy festejado tanto en el Uruguay como en la Argentina: «si los argentinos dejaran de robar tres meses, tendrían un país rico». Esto no es estrictamente textual, pero lo que sí es verdad es que gran parte de ese robo al que se refería Jorge Batlle, mucho tenía que ver con el auge inmobiliario en el Uruguay y de seguro no iba a mover un dedo para cambiar esa realidad, como efectivamente ocurrió en su gobierno.
Entonces extraigamos de acá una de las reglas básicas del moralista: ubicar el problema exclusivamente en el campo del que quiero calificar.
¿Ahora porque los problemas de la corrupción son más notorios ahora que antes?, porque la crisis en la predominancia del capitalismo ya es irreversible, nunca hubo tanta emisión monetaria en el mundo sin ninguna relación vinculada al valor de la producción y del aparato productivo. Nunca tampoco la dimensión de los paraísos fiscales llegó a los niveles demenciales de la actualidad. Nunca una industria como la de la guerra generó tantas armas y de un poder destructivo en que se necesitarían una enormidad de planetas tierra para poder aplicarlas. Absurdo, si no fuera dramático y enfermizo por donde se le mire.
Ahora, como contrapartida, están todas las condiciones para que la humanidad asuma el aparato productivo, e imponiendo la paz establezca las condiciones para organizarlo de acuerdo al interés general de la gente: falta la voluntad política.
No dudamos que esta voluntad política tiene necesidad de un alto contenido moral. Ahora los moralistas que han surgido en esta última generación sueñan con aplicar su moralismo en las actuales condiciones, como si éstas fueran las condiciones inmejorables para el desarrollo de la humanidad; el camino al infierno está abonado de las buenas intenciones.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 31 de mayo de 2017.
El partit moralista.
(Abordant això gris, que sembla la teoria).
Producte d’una crisi irreversible de la predominança de la manera de producció capitalista, han ressorgit al llarg i ample del món, un nou espècimen de militants socials i polítics: els moralistes.
Hi ha d’aquests en tots els partits i alhora no integren especialment cap partit, per la qual cosa podem afirmar que no existeix ni existirà -al menys per ara-, cap partit que es pugui autodefinir com moralista.
No posen en joc la seva moral en la vinculació amb les institucions de la societat sinó la vinculació de tots els altres.
Si bé crec que han existit en totes les èpoques, en aquesta etapa adquireixen un caràcter més destacat en tant la sortida a la crisi encara no apareix amb claredat.
Un moralista a Uruguai a la rambla de Punta del Este (el principal balneari), analitzarà com d’important han estat les inversions allí realitzades per generar mà d’obra, no li importa el seu origen o si van passar o no pel canvi Nelson, o si provenen de l’evasió fiscal en un altre país o del rentat de diners, això és el «normal», i tampoc importa amb quin govern van començar, «és el on hi ha valor», «així està el món».
Seria estúpid i contrari a l’interès del desenvolupament de la nostra economia posar-se de moralista si la resta del món no assumeix la mateixa conducta.
El tema es posa més àlgid quan es pretén analitzar governs com el de Veneçuela amb una vara moralista que no té res a veure amb la realitat.
La renda petroliera a Veneçuela, i dic Veneçuela perquè és el que avui està en l’agenda dels «demòcrates», sempre va donar base per a la corrupció. Pensar en eliminar aquesta corrupció pot arribar a ser utòpic en la mesura que no s’analitzin quines mesures s’han aplicar per a l’economia en el seu conjunt universal. La qual cosa no vol dir que no sigui necessari combatre-la, sabent sempre que estem parlant, i que el dany que produeix pot arribar a tenir conseqüències irreparables.
Un bon intent ha estat destinar una part important d’aquesta renda a cobrir l’escletxa en la vida dels veneçolans. Ara es pot morir en l’intent si no s’atén a una de les eines centrals en l’economia actual: el maneig de la moneda. Si els ingressos en el maneig d’aquesta renda són en dòlars i els ingressos de la gent són en bolívars, el brou de cultiu és immanejable per a la gent i manejable per als especuladors, que en aquest cas han d’expressar les seves preferències polítiques en vinculació directa amb els seus interessos sense importar-los les definicions.
No pensem això només amb el cap a Veneçuela, a l’Uruguai els sectors exportadors que han mogut l’economia -el que s’anomena l’aprofitament de la conjuntura-, comencen a reprendre en el seu discurs el que ells anomenen «l’endarreriment canviari», que no és ni més ni menys que pressionar perquè el pes uruguaià sigui devaluat enfront del dòlar, la qual cosa porta aparellat un descens en les obligacions que aquest sector té amb la societat uruguaiana. – Entre elles destaquen sempre «els costos laborals».- No és d’estranyar llavors que a l’atansament de les campanyes electorals la pressió es traslladi també als articles de la cistella familiar, com ha passat a l’Argentina i passa a Veneçuela. Al maneig del qual sempre han estat vinculat.
Algú ens podria dir manejat un manual de «marxisme-leninisme» cal estatizar tot, i s’ha acabat.
Ara tots sabem que això avui no és possible i que el món en el qual en determinat moment va ser possible, ja va ser, i que a més no tenia de marxista i/o leninista.
Això és el que tracta d’aprofitar la dreta, la manca de comprensió del fenomen monetari en l’esquerra, problema que en un moment d’ofec de la seva economia la dreta va haver de solucionar a l’Equador, i no sé si en una situació similar l’esquerra al govern ho hagués fet.
En una oportunitat el llavors president Jorge Batlle, va dir una cosa que va ser molt festejada tant a l’Uruguai com a l’Argentina: «si els argentins deixessin de robar tres mesos, tindrien un país ric». Això no és estrictament textual, però el que sí que és veritat és que gran part d’aquest robatori a què es referia Jorge Batlle, molt tenia a veure amb l’auge immobiliari a l’Uruguai i de segur no anava a moure un dit per canviar aquesta realitat, com efectivament va passar en el seu govern.
Llavors extraguem d’aquí una de les regles bàsiques del moralista: situar el problema exclusivament en el camp del que vull qualificar.
¿Ara perquè els problemes de la corrupció són més notoris ara que abans?, perquè la crisi en la predominança del capitalisme ja és irreversible, mai hi va haver tanta emissió monetària en el món sense cap relació vinculada al valor de la producció i de l’aparell productiu. Mai tampoc la dimensió dels paradisos fiscals va arribar als nivells demencials de l’actualitat. Mai una indústria com la de la guerra va generar tantes armes i d’un poder destructiu en què es necessitarien una enormitat de planetes terra per poder aplicar-les. Absurd, si no fos dramàtic i malaltís per on se li miri.
Ara, com a contrapartida, estan totes les condicions perquè la humanitat assumeixi l’aparell productiu, i imposant la pau estableixi les condicions per a organitzar-la de acord a l’interès general de la gent: falta la voluntat política.
No dubtem que aquesta voluntat política té necessitat d’un alt contingut moral. Ara els moralistes que han sorgit en aquesta última generació somien aplicar el seu moralisme en les actuals condicions, com si aquestes fossin les condicions immillorables per al desenvolupament de la humanitat; el camí a l’infern està abonat de bones intencions.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 31 de maig de 2017.
Desde
Uno de esos compañeros, valiosos, consecuentes, me envía un texto de Noam Chomsky en que este autor, valioso en los análisis que incorpora, y en los datos con los que ilustra sus desarrollos, analiza que la caída del llamado campo socialista fue de alguna manera una liberación para el pensamiento de la humanidad en tanto permitió volver a la fuente original de los problemas.
La frase se repite a diestra y siniestra, y también al centro, hay unanimidad.
Lo que ahora plantea Fernando Henrique Cardozo, como lo que planteó al recibir el premio Nobel de la Paz el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, como
«La única forma de que algunos compañeros revisen su posición contra el gobierno de Venezuela es que la oposición tome el poder por asalto. Luego de esa catástrofe, con Venezuela devuelta al consenso neoliberal y la brutal represalia que se desatará contra los que atrevieron a una Revolución, que incluirá en su cuenta trágica la cárcel, el destierro, el asesinato y la desaparición, comprenderán cabalmente lo que estaba en juego. Pero será tarde. Hay un tipo de militante que prefiere la comodidad de lo prístino. De lo inmaculado. De lo inobjetable. Hallan, como escribió el genio de Borges, que la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce. Son buenos compañeros. Muchas veces nobles. Pacíficos, democráticos, y se pretenden justos. Sin embargo, no se puede confiar en su lealtad en la hora de los hornos, cuando las dudas son muchas, el camino incierto, y la vida y la historia están en riesgo. Dudan, se los come la duda, porque no confían en sus hermanos. Tal vez crean que los que asumimos otra posición somos intelectualmente deshonestos, o débiles, o manipulables o voluntaristas. Porque tampoco confían en nosotros, sus compañeros. Yo nunca defendería una represión contra el pueblo. Nunca usaría mi palabra ni mi poca influencia para proteger un despotismo. Pero no podría vivir tranquilo con mi cabeza si dejara a pata el sueño revolucionario de un pueblo hermano, sólo porque perdió la gracia de la moda, la prensa o la popularidad. Conocí Venezuela. Las dos. La pobre y la de plaza Altamira. En las tres veces que estuve intenté aprender, hice amigos y amigas, jóvenes como yo, militantes, voluntarios que se iban al Amazonas a alfabetizar o médicos cubanos que se subían al Avila, allí donde nunca habían llegado los médicos. Escuché la detonación de C-4 y sentí miedo, conocí tipos que estaban dispuestos a dar la vida y hoy están muertos, como Eliezer Otaiza. La dieron. Supe de la generosidad infinita de los bolivarianos. Y una vez conversé con una señora muy mayor que en la puerta del Teresa Carreño me dijo que ella amaba a Chávez, porque hasta que llegó él, en toda su larga vida, nunca antes había podido entrar a ese teatro tan prestigioso y tanto tiempo vedado a los pobres. Yo no sé si se va a ir al carajo Venezuela. Si éste es el asalto final de la burguesía, pero hasta el último día voy a defender la Revolución. Estuve en Miraflores una vez. En las mismísimas oficinas de un prócer inolvidable y me llevé tres cosas: la constitución bolivariana, a la que considero la constitución más linda que he leído en mi vida (y he leído varias), un habano de una caja autografiada por Fidel, y un juramento de amor al que no renunciaré mientras viva. El que crea que es por unos meses, no me conoce».
Ya hemos escrito sobre cómo llegó a la construcción del Frente Amplio, a fines de los 60, la candidatura a la Presidencia de la República del General Líber Seregni.
La vidriera irrespetuosa.
Ayer leíamos en la prensa que en una feria vecinal del barrio Peñarol, fueron incautados 2.000 medicamentos que se estaban vendiendo como si fueran lechugas o tomates.
Desde Montesquieu los poderes del Estado definidos por él, son tres: Ejecutivo, Legislativo, Judicial. Dicho sea en una frase lo que para la sociedad constituyó una enorme conquista en su avance por lograr formas de equilibrio en su convivencia. A ello hay que agregar el desarrollo de derechos en todos los ámbitos, y si destacáramos uno en particular sería el ejercicio en las naciones del voto secreto y universal que aún tiene serías restricciones y amenazas.
Pero no vayamos muy lejos, hagamos lo mismo en nuestra Punta del Este, y no tendremos un panorama diferente y si, hasta la conjunción de «derechistas» e «izquierdistas», de «peronistas» y «antiperonistas», preocupados los que gobiernan fuera de nuestra fronteras por la evasión y la elusión impositiva, el blanqueo de capitales e inda mais.